Six Men Getting Sick, de David Lynch
Una parte sustancial del arte figurativo es la incapacidad neta de encontrar una idea plasmada de forma ordenada, lógica o evidente más allá de las cábalas que pueda hacer cualquier espectador con respecto de la obra. Es por ello que esta clase de arte, que puede inundar cualquiera de las otras artes a placer del artista, privilegia la (ausencia) de forma sobre el contenido: no importa tanto cual el mensaje ‑el cual, en realidad, no existe per sé- tanto como la apreciación de una forma informe; la reflexión es la forma en sí. Por supuesto aunque el autor pretenda decirnos algo con la obra, algo sustancial que vaya más allá de la propia obra como entidad, eso es imposible porque toda posibilidad de ir más allá queda sepultada por la ingente auto-conmoción producida por la forma. Es por ello que sólo si se crea un corpus teórico ‑y, por tanto, o bien se elimina la noción de artista o bien se abraza la de teórico- se puede interpretar el arte que no puede ser interpretado.
El problema de David Lynch sería precisamente éste en sus primeras obras al privilegiar la forma sobre cualquier clase de contenido formal o teórico. Es imposible comprender las obras más experimentales de David Lynch porque no tienen significado; intentar analizar Six Men Getting Sick es tan absurdo como intentar horadar un discurso nuevo en la tierra agotada en barbecho. No hay significación y no puede encontrarse significación más allá de la forma simbólica de la imagen.
Quizás por ello no sería exagerado afirmar que todo arte figurativo es, necesariamente, una contraposición de las conformaciones naturales del mundo. Todas las cosas que habitan el mundo están cargadas de significación ‑velada o evidente; nada es superfluo en el mundo- pero, sin embargo, el arte figurativo es siempre algo intrascendente que está vaciado de todo discurso-acción como parte del mundo. El problema del arte figurativo, si es que se le puede llamar problema, es que no es trascendente ni es inmanente si no otra cosa; la radical vaciedad de discurso de la figuración hace que el discurso sea necesariamente un no ser radical que germina en el mundo. La figuración no es un vacío que genera un espacio creativo donde pueda nacer nuevas conformaciones que son parte del mundo, es solamente un contingente vacío lleno.
Pero el caso de David Lynch se podría considerar como algo singular, completamente ajena pero imbricada necesariamente en el seno de lo figurativo, al hacer radicalmente evidente ‑que no necesariamente fácil de ver- como el discurso se genera en la forma; su arte se define por lo radical de las formas que se pre-definen como representación de acontecimientos (a)naturales del mundo. De éste modo, como ejemplo sustancial, podríamos considerar Eraserhead como una alegoría formal de la sin razón, del caos primordial que origina y construye el acéfalo como modus vivendi, que construye su discurso no por los acontecimientos, no por las acciones instrumentales que origina, si no por su forma misma. La magia que podemos catar en Eraserhead es la de ver como la razón se derrumba articulada por la (con)formación de la sin razón radical en la cual no cabe razonar en absoluto.
El problema de Six Men Getting Sick en tal caso es que su discurso es eminentemente instrumental. Desde su título nos da toda noción del acontecimiento ‑el asco que se da en sus personajes- pero la acción de los personajes no deja de ser una instrumentalización del vómito como acción en sí misma: no da asco la forma del vómito sino la alegoría instrumental del vómito; el corto no incomoda por la forma, incomoda porque nos afirma que debe incomodar. Y lo hace a través de su título, de esa minúscula guía narrativa, que nos dice sintéticamente como enlazan las diferentes herramientas ante nosotros para interactuar entre sí en el mundo. Por eso Eraserhead es una pequeña obra maestra vaciada de todo discurso y Six Men Getting Sick apenas si una mala boutade; como el humorista que te cuenta el chiste en vez de dejarte con la duda de cual era la gracia.