Dark Knight Universe Presents: The Atom #1
Frank Miller
2015
Existe un malentendido común según el cual todo arte figurativo debe ser necesariamente realista. De ese modo se reduce toda forma artística a la mímesis, la imitación de las formas reales, como si sólo existiera un único modo posible de representar lo real; el problema de esa visión no es ya que arrase con la mayor parte de la historia del arte, sino también que no tiene en cuenta un principio esencial de la misma: la forma debe ir en consonancia con el fondo. En ningún caso sería más inteligible un cuadro de Edvard Munch si lo pintara Antonio López. A partir de ese error asociamos anatomía y proporción con buen dibujo, como asociamos personajes complejo y prosa clara con buena escritura, cuando en realidad eso sólo depende de la intención del autor. No todas las obras se rigen por los mismos patrones, porque no todos los artistas intentan expresar las mismas cosas.
No es baladí recordarlo dadas las críticas que ha cosechado la portada de Frank Miller para Dark Knight Universe Presents: The Atom #1. Abigarrada, exagerada, tensa: eso la define. El Superman que encontramos en la portada se salta todos los manuales de anatomía —o, para ser exactos, magnifica su contenido: cada músculo está donde debe, salvo porque están todos sobredimensionados para explicitar su potencia— para mostrarnos el instante preciso del mayor punto de tensión de una acción determinada: medio cuerpo girado, pies bien fijados con las piernas abiertas, el puño derecho siguiendo el movimiento de todo el torso. El instante previo a un puñetazo. A su vez, Atom, en segundo plano, está en posición de recibirlo: boquiabierto, bocabajo, anatómicamente comedido, no le queda otra sino recibir el golpe más brutal de toda su vida. Eso está ocurriendo. Sus torsiones imposibles, su dinámica brutal y sus músculos inhumanos no hacen más que resaltar ese instante preciso, el momento exacto que, a través de una sola imagen, es capaz de narrarnos una historia completa. El resto no nos resulta difícil imaginarlo
La sacudida, la incomprensión, el impacto, nuestra cabeza hecha trizas; nuestras expectativas de lo que debe ser una portada de cómic pasa por lo que hemos canonizado por realista, un Superman como el de Jim Lee, no un monstruo de acción explosiva concentrada en un único punto. No Frank Miller. Él no ha cambiado: Superman ya era un monstruo en The Dark Knight Returns, al menos, moralmente hablando. Ahora también físicamente. Si tenemos en cuenta que en una portada no hay tiempo para sutilezas, es necesario ir al grano: Superman es puro poder, un poder monstruoso, pero ese poder también parece haberle corrompido. Fin.
No tienen sentido las críticas a la portada de Miller. No sólo porque él haya dibujado siempre así, sino porque su factura es impecable: representa a la perfección algo tan difícil como la acción, la ira, la fuerza y, también, la maldad, sin caer en los clásicos clichés de la misma. Es una portada elegante. Ni palabras ni sangre ni enemigos derrotados: sólo puro poder. Diferencia de poder entre el hombre gigantesco, y anatómicamente exagerado (incluso en la medida de su paquete), y el hombre pequeño, y anatómicamente correcto. No es realista, pero, ¿quién querría un Miller realista?