buscar lo que queremos para encontrar lo que necesitamos

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Cuando el bar­co va a la de­ri­va el úl­ti­mo en aban­do­nar es el ca­pi­tán y el pri­me­ro, el ba­te­ría. El pro­ble­ma es que en el bar­co que es Placebo el ba­te­ría era una par­te de­fi­ni­to­ria del so­ni­do del gru­po, que ha ter­mi­na­do por ir­se al tras­te en ese vo­mi­ti­vo tra­ba­jo que ha­cen lla­mar Battle for the Sun. Pero nin­gún buen ma­ri­ne­ro se pa­sa mu­cho tiem­po sin fle­tar un bar­co así que Steve Hewitt pron­to se hi­zo a la mar con un nue­vo na­vío lla­ma­do Love Amongst Ruin.

Con un so­ni­do he­re­de­ro de Placebo pe­ro con mu­cha más in­ten­si­dad, qui­zás in­clu­so con in­fluen­cias ta­les co­mo Nine Inch Nails, nos pre­sen­tan un pri­mer tra­ba­jo os­cu­ro y per­so­nal en su dis­co ho­mó­ni­mo. Así es im­po­si­ble no ver es­te tra­ba­jo co­mo una con­ti­nua­ción apó­cri­fa y al­go per­tur­ba­da de aquel im­pres­cin­di­ble tra­ba­jo que es Black Market Music. Pero mal que nos pe­se Molko era el ca­pi­tán y Hewitt so­lo un ofi­cial. Y por es­to el dis­co nun­ca aca­ba de des­pe­gar, siem­pre se que­da con unos arre­glos de­ta­llis­tas, unas me­lo­días sen­ci­llas pe­ro evo­ca­do­ras y unas le­tras efec­tis­tas pe­ro ja­más con­si­gue ha­cer lo que in­ten­ta: ha­cer lo que Placebo pu­do ser y no fue. En es­te eterno que­rer se que­da siem­pre a la so­bra de Molko. Nunca can­ta­rá de un mo­do tan per­so­nal y nun­ca es­cri­bi­rá unas le­tras tan evo­ca­do­ras. Pero cuan­do ol­vi­da­mos esa pre­ten­sión que­da un dis­co de­li­cio­so con un so­ni­do muy pe­sa­do he­re­da­do de cla­ros de­jes ad­qui­ri­dos en los an­te­rio­res gru­pos de los miem­bros del gru­po. Y es aquí don­de triun­fa pues cuan­do bus­ca su pro­pio ca­mino ‑uno ale­ja­do del efec­ti­va­men­te os­cu­ro ca­mino de sus an­ti­guos compañeros- con­si­gue triun­far de un mo­do no es­pec­ta­cu­lar, pe­ro si notorio.

Así po­de­mos te­ner dos vi­sio­nes ra­di­cal­men­te di­fe­ren­tes de que su­po­ne es­te dis­co: o bien es un fra­ca­so o bien un triun­fo en de­fi­nir un pri­mer dis­co irre­gu­lar pe­ro don­de ya han crea­do un so­ni­do ab­so­lu­ta­men­te pro­pio. Siendo que ac­tual­men­te Placebo son una som­bra de lo que eran, pa­re­ce jus­to dar­les el vo­to de con­fian­za que es­tá pi­dien­do el gru­po de Hewitt pa­ra ver que pue­den dar­nos en el fu­tu­ro. Y es que, si apun­tas a las es­tre­llas al me­nos po­drás al­can­zar el cielo.

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