es una carrera, una carrera de ratas

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Lo que ayer era par­te del mer­ca­do ne­gro hoy se en­cuen­tra en el su­per­mer­ca­do edul­co­ra­do y lleno de mier­da no­ci­va que te des­tro­za po­co a po­co, ¿don­de que­do to­do lo bueno de eso que tan­to nos gus­ta­ba?. Esto es lo que uno se pre­gun­ta al es­cu­char Black Market Music de Placebo, pa­ra un ser­vi­dor, su me­jor trabajo.

Moviéndose en­tre la vi­le­za y la cruel­dad se en­cuen­tran Placebo en es­te dis­co, la voz de Molko, con su ca­rac­te­rís­ti­ca na­sa­li­dad, se ajus­ta per­fec­ta­men­te tan­to a los re­gis­tros mas os­cu­ros co­mo a las can­cio­nes hi­per­tro­fia­das por su ce­le­ri­dad dán­do­le un re­gus­to ca­si punk. Pese a es­to, abo­gan por su for­mu­la, le­tras com­ple­jas e ins­tru­men­ta­ción sen­ci­lla, que no sim­ple. La gran­de­za de su mú­si­ca no re­si­de en com­pli­ca­da ins­tru­men­ta­ción o la in­clu­sión de co­ros u or­ques­ta­ción, sino en una per­fec­ta me­dia­ción en­tre mú­si­ca y lírica.

Sus le­tras, os­cu­ras y pe­si­mis­tas, aun si­guien­do la es­te­la de sus dos an­te­rio­res tra­ba­jos se en­fo­ca a una pers­pec­ti­va qui­zás aun me­nos ama­ble de lo usual. Pese a to­do se per­mi­ten pe­que­ños jue­gos co­mo el na­rrar los efec­tos de la ke­ta­mi­na (Special K) o la pre­fe­ren­cia por pe­ro ga­nan por go­lea­da las can­cio­nes so­bre lo alie­nan­te del tra­ba­jo y el sin­sen­ti­do de la exis­ten­cia (Slave to the Wage) o so­bre in­fan­cias ro­tas por fa­mi­lias dis­fun­cio­na­les (Black-Eyed). El op­ti­mis­mo no es al­go pro­pio de Placebo.

Y si las le­tras son os­cu­ras la mú­si­ca no se que­da atrás, tor­nán­do­se los ins­tru­men­tos en mas rui­dis­tas y la voz, en cier­to mo­do, en mas in­ti­mis­ta. Esto se ve fa­vo­re­ci­do en ge­ne­ral por los cam­bios en la voz de Molko en los con­tras­tes en la mo­du­la­ción de la voz o mas par­ti­cu­lar­men­te en­tre su for­ma de can­tar y el ra­peo de Justin Warfield que se van al­ter­nan­do en la gran­dio­sa Spite & Malice. Pese a to­do, no hay que lle­var­se a en­ga­ño, Brian Molko no es un gran can­tan­te, es un can­tan­te que co­no­cía sus li­mi­tes y era ca­paz de apro­ve­char­la al má­xi­mo con me­lo­días sim­ples pe­ro tre­men­da­men­te efec­ti­vas y, so­bre­to­do, con el ca­rac­te­rís­ti­co so­ni­do de Placebo.

Placebo en un tiem­po pa­sa­do fue­ron gran­des, un tiem­po en cu­yo ma­yor lo­gro fue un dis­co re­don­do lla­ma­do Black Market Music que, co­mo sue­le ocu­rrir con los gran­des dis­cos, la gen­te no su­po apre­ciar en su mo­men­to. Pues así que el tiem­po juz­gue quien era el visionario.

2 thoughts on “es una carrera, una carrera de ratas”

  1. Para mí, es­te ál­bum fue un avi­so de lo que ven­dría des­pués, ese ma­ra­vi­llo­so dis­co que es «Sleeping with ghosts», que tie­ne to­da esa pro­duc­ción que yo per­so­nal­men­te amo.

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