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The Sky Was Pink

Toda interpretación es hacer metáfora de lo que en otro mundo es literal

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Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon, de Scott Glosserman

El pro­ble­ma de las fic­cio­nes auto-representándose de las fic­cio­nes es el he­cho mis­mo de que en ese do­ble en­ca­jar­se den­tro de una fic­ción se per­mu­tan en la po­si­bi­li­dad de una po­si­bi­li­dad, nun­ca una reali­dad co­mún por sí mis­ma. Esto no es un pro­ble­ma, más bien al con­tra­rio, ya que nos per­mi­te vis­lum­brar al­gu­nas pro­ble­má­ti­cas par­ti­cu­la­res que sos­te­ne­mos no­so­tros mis­mos con res­pec­to de la fic­ción des­de ver co­mo la fic­ción mis­ma tra­ta sus pro­ble­má­ti­cas con res­pec­to de lo fic­ti­cio; al ver co­mo un el re­fle­jo de un es­pe­jo re­fle­ja otro es­pe­jo que nos re­fle­ja po­de­mos com­pren­der, aun­que sea de un mo­do re­frac­ta­rio y di­fu­so, cual es el me­ca­nis­mo de fun­cio­na­mien­to del es­pe­jo mis­mo. Cuando el es­pe­jo se mi­ra a sí mis­mo no co­mo es­pe­jo, no co­mo re­fle­ján­do­se a sí mis­mo ‑lo cual se­ría una rup­tu­ra de la cuar­ta pa­red, un tru­co tan an­ti­guo co­mo efectivo‑, sino co­mo un ac­to real del cual se de­ri­va una fic­ción de al­gu­na cla­se po­de­mos com­pren­der que es exac­ta­men­te esa la re­la­ción que te­ne­mos con lo fic­ti­cio: lo fic­ti­cio es real en sí mis­mo, só­lo que siem­pre lo in­ter­pre­ta­mos en re­la­ción de nues­tro mundo.

Es por eso que cuan­do Leslie Vernon acep­ta se gra­ba­do en un do­cu­men­tal que re­gis­tra co­mo se crea el mi­to de un slasher, co­mo se pre­pa­ra una per­so­na pa­ra aca­bar sien­do un ase­sino pseudo-inmortal que vie­ne de más allá de la vi­da pa­ra ven­gar­se de la hu­ma­ni­dad, co­mien­za una se­rie de re­true­ca­nos im­po­si­bles que ha­rán las de­li­cias de cual­quier buen fan del te­rror. Esto es el do­cu­men­tal de co­mo un slasher se lle­ga a cons­ti­tuir co­mo tal, ob­vian­do cual­quier cla­se de tram­pa ci­ne­ma­to­grá­fi­ca o cual­quier ex­pli­ca­ción so­bre­na­tu­ral en el pro­ce­so: un slasher lle­ga a ser­lo por una pre­pa­ra­ción mi­nu­cio­sa, de he­cho mi­li­mé­tri­ca, de ca­da uno de los even­tos que han de acon­te­cer al res­pec­to de su hi­po­té­ti­co re­torno. Escoger una víc­ti­ma, fal­sear da­tos y prue­bas ade­más de man­te­ner una es­tric­ta vi­gi­lan­cia pro­du­cien­do en­cuen­tros for­tui­tos pe­ro ate­rra­do­res con su víc­ti­ma, con la fi­nal girl que de­be po­ner­le en apu­ros, son al­gu­nas de las co­sas que de­be ha­cer cual­quier per­so­na que sea as­pi­ran­te pa­ra con­ver­tir­se en un ase­sino que pa­re­ce vol­ver de la tum­ba pa­ra ha­cer caer su pe­sa­do fi­lo de muer­te so­bre las fuer­zas vi­vas de la sociedad.

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