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The Sky Was Pink

esta melodía es para ti

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Lo ecléc­ti­co, el ra­ra avis den­tro de la ca­rre­ra de un ar­tis­ta sue­le ser lo más in­tere­san­te que es­te sue­le dar­nos en el cam­po ar­tís­ti­co. Esto se acen­túa aun más en un gru­po de ex­tre­mos tan evi­den­tes co­mo es Scooter, que nos de­ja cua­tro su­rrea­lis­tas jo­yas en su Under the Radar Over the Top.

Su pe­cu­lia­ri­dad em­pie­za des­de la pro­pia por­ta­da, rea­li­za­da en la ba­se de la NSA si­tua­da en la co­li­na Teufelsberg en Berlín. Por de­ba­jo del ra­dar del mains­tream pe­ro con un gran éxi­to de oyen­tes te­ne­mos la me­tá­fo­ra fá­cil de que sim­bo­li­za tan­to el tí­tu­lo co­mo la por­ta­da y su mag­ní­fi­ca in­tro, Stealth. Pero a su vez po­de­mos in­ter­pre­tar­lo por co­mo con­si­guen co­lar en­tre sus can­cio­nes pie­zas he­chas con amor y sen­si­bi­li­dad de una ca­li­dad muy por en­ci­ma del res­to de su du­do­sa obra. Así nos en­con­tra­mos un par de te­mas que for­man una pe­cu­liar pa­re­ja de con­tras­te que se sa­le de to­do lo que ha­cen nor­mal­men­te. En The Sound Above My Hair se en­tre­cru­za el hard tran­ce con el eu­ro­tran­ce más bai­la­ble pa­ra los en­fer­mos del pa­ra­pa­ra con un buen uso del vo­co­der mien­tras en Metropolis prac­ti­can el ca­mino con­tra­rio al ce­der­nos una pis­ta de pro­gres­si­ve tran­ce ma­gis­tral. Si en la pri­me­ra lle­gan a la es­tul­ti­cia co­mún en el gru­po des­de otras coor­de­na­das en la se­gun­da al­can­zan una pe­que­ña jo­ya dán­do­le la vuel­ta a lo que ha­cen en la an­te­rior. Pero con Second Skin es don­de se ve la ab­so­lu­ta ge­nia­li­dad del gru­po. Una ver­sión de The Chameleons en cla­ve synth­pop que le da un in­con­fun­di­ble so­ni­do à la Depeche Mode ha­cen la me­jor de las ver­sio­nes po­si­bles de unos clá­si­cos del post-punk. Para sor­pre­sa de pro­pios y ex­tra­ños, sí, Scooter son ca­pa­ces de abo­fe­tear­nos con nues­tros pro­pios prejuicios. 

No ca­be du­da de que Scooter es un gru­po irre­gu­lar, su­rrea­lis­ta, un pla­cer cul­pa­ble ex­tre­ma­da­men­te co­mún que, en su con­jun­to, no com­pen­sa el tiem­po in­ver­ti­do. Sin em­bar­go, una y otra vez, nos de­mues­tran con pe­que­ñas pie­zas de ca­li­dad que son ca­pa­ces de mu­cho más. Es so­lo tu se­gun­da piel.