Aplastando el humor — Oh, no, ¿ya vino el Dios de los fanáticos?

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Holy Flying Circus, de Owen Harris

El pro­ble­ma sus­tan­cial de los fa­ná­ti­cos no es que ca­rez­can de cual­quier po­si­bi­li­dad de auto-crítica o pa­ro­dia de sus pro­pios va­lo­res, más bien es que tie­nen una in­ca­pa­ci­dad in­na­ta, a prio­ri de su pro­pio pre­jui­cio, pa­ra se­pul­tar en una es­pe­sa ca­pa de mier­da cual­quier opi­nión que no se ci­ña es­tric­ta­men­te a las pro­pias. Es por ello que los fa­ná­ti­cos del crea­cio­nis­mo son ab­so­lu­ta­men­te in­si­dio­sos e in­ca­pa­ces de man­te­ner un diá­lo­go ra­cio­nal ‑ya que, a fin de cuen­tas, creen te­ner la ra­zón di­vi­na de su parte‑, pe­ro co­mo nos de­mos­tró el anti-creacionista por ex­ce­len­cia, Richard Dawkins, en su tri­ful­ca con Stephen Jay Gould to­do ex­tre­mo se pa­re­ce en su cie­go in­mo­vi­lis­mo; un fa­ná­ti­co no acep­ta ma­ti­ces, di­fe­ren­cias o si­quie­ra un li­ge­ro ma­qui­lla­je de sus teo­rías: ellos adu­cen a La Verdad y, cual­quier in­ten­to de to­car­la o cam­biar­la de mo­do al­guno, es una pre­ten­sión de man­ci­llar lo úni­co que hay de jus­to y real en el mun­do -¡pre­su­po­ner que ellos pu­die­ran es­tar equi­vo­ca­dos! Cuanto mons­truo ani­da en el mun­do en for­ma de pres­ti­di­gi­ta­dor, de que­bra­dor de los dul­ces sue­ños de los que de­sean ca­llar al pró­ji­mo. Pero ade­más no ne­ce­si­tan sa­ber lo que pien­sa el pró­ji­mo pa­ra pe­dir su cen­su­ra sis­te­má­ti­ca, ¿pa­ra qué?, ellos son El Bien, y lo son en tan­to po­seen La Verdad, no pue­de ser que se equi­vo­quen de mo­do al­guno aun cuan­do des­co­no­cen el ar­gu­men­ta­rio de los que con­si­de­ran sus rivales. 

¿Qué po­día no es­pe­rar­les a los Monty Python, in­te­lec­tua­les en­tre hu­mo­ris­tas, hu­mo­ris­tas en­tre pro­fa­nos, pro­fa­nos en­tre in­te­lec­tua­les, cuan­do es­tre­na­ron una pa­ro­dia si­bi­li­na so­bre CristBrian coe­tá­neo, cer­cano pe­ro no exac­ta­men­te él, de Jesus de Nazaret?¡Patadas en el culo!¡Envío de mier­das, es­pe­re­mos que no humanas!¡Quejas ai­ra­das por xe­no­fo­bia de la mano de aso­cia­cio­nes de ali­ní­ge­nas con­tra la discriminación!¡Tipos si­nies­tros pren­dien­do fue­go re­pro­duc­cio­nes de los Monty Python!¡Censura!¡Por fa­vor, de­je de usar ex­cla­ma­cio­nes, ya me can­so de leer exal­ta­do! Conocer la ver­dad no es im­por­tan­te, ¿a quien le im­por­ta la ver­dad? Eso es de fi­ló­so­fos y hu­mo­ris­tas, esa cla­se de gen­te que se cree su­pe­rior al co­mún de los mor­ta­les ‑eh, Michael Palin, ¿por qué te crees me­jor que los de­más? Fd: Mamá- só­lo por ser, ¿qué?¿más in­te­li­gen­te? Ay, que me. Desmayo. 

Censurar es­tá mal. ¿Estamos to­dos de acuer­do en es­to? El que lo es­té que di­ga con­mi­go: Que Mr. Creosote es­té con no­so­tros ‑y con su vó­mi­to en ellos. Bien, ¿por qué que­rría al­guien en­ton­ces cen­su­rar una pe­lí­cu­la de hu­mor de los Monty Python so­bre la re­li­gión? Una ra­zón pé­si­ma pe­ro vá­li­da cuan­do crees en en­ti­da­des má­gi­cas que do­mi­nan ca­da as­pec­to de la exis­ten­cia es que es una blas­fe­mia no ha­blar so­bre esa mi­to­lo­gía con lo que sus ado­ra­do­res con­si­de­ran el su­fi­cien­te res­pe­to; su­fi­cien­te res­pe­to = per­mi­tien­do ser es­cla­vi­za­do por ellos, o re­ga­lán­do­les bu­las por abu­so in­fant… hi­po­té­ti­cos y mi­no­ri­ta­rios ca­sos de tra­ta­mien­to inade­cua­do a ni­ños. Imaginen, lo­cos in­fie­les que no creen en en­ti­da­des que no se pue­de de­mos­trar que exis­tan y a tra­vés de las cua­les se ha ma­ni­pu­la­do a la hu­ma­ni­dad du­ran­te más de dos mi­le­nios pa­ra que ha­gan lo que unos cuan­tos Señores de la Guerra dis­fra­za­dos con so­ta­nas -¿pa­ra ocul­tar los mo­na­gui­llos de­ba­jo? Eso lo sa­bre­mos des­pués de la publicidad‑, ¿có­mo pue­den exis­tir tan ma­lé­vo­los mons­truos que pre­ten­den ri­di­cu­li­zar, ha­cer chan­za y hu­mor, de al­go tan, tan, tan. Tan; tan, tan ‑tan, sí‑, tan: im­por­tan­te. El ojo de Dios te vi­gi­la ami­go, y su bra­zo eje­cu­tor te ha­rá un fist­fuc­king con­fe­sio­nal si te atre­ves a con­tra­riar su voz.

- ¿Por qué no se atre­vie­ron con el Islam? ‑di­ce un des­in­for­ma­do ha­bi­tan­te in­glés des­co­no­ci­do. — Porque la re­li­gión ma­yo­ri­ta­ria en Inglaterra y Europa es el cris­tia­nis­mo y va­le co­mo crí­ti­ca de to­da re­li­gión mo­no­teís­ta exis­ten­te; ¡no ten­dría sen­ti­do cri­ti­car el Islam! -¡muy bien he­cho, Darren Boyd, colega!¡ha si­do to­do un cro­chet de iz­quier­da di­rec­to a su dig­ni­dad!. — Con el Islam no se hu­bie­ran atrevido. 

Ese es el pro­ble­ma, el fa­ná­ti­co no es un en­te ais­la­do y so­li­ta­rio: es el co­mún de los mor­ta­les, anal­fa­be­to fun­cio­nal e im­bé­cil afun­cio­nal, que só­lo quie­ren que con­fir­men sus pre­jui­cios y de­jen en paz sus con­vic­cio­nes, aun cuan­do ge­ne­ral­men­te no se pue­de dis­tin­guir­las. Si Michael Palin se cree su­pe­rior a los de­más, y lo es en tér­mi­nos cris­tia­nos des­de el mis­mo ins­tan­te que es El Hombre Más Simpático del Mundo®, es por­que no po­ne por de­lan­te sus pre­jui­cios de su ra­zón, pien­sa, ac­ti­va su ac­ti­tud crí­ti­ca, ejer­ce su in­te­li­gen­cia. Esa es la la­bor del hu­mo­ris­ta, ha­cer pen­sar, no per­mi­tir­se el que­dar­se en el pre­jui­cio apro­ve­cha­do pa­ra ha­cer un grue­so sub­ra­ya­do de lo que ya pien­sa; un hu­mo­ris­ta ‑y, en reali­dad, cual­quier hom­bre que de­ba con­si­de­rar­se inteligente- só­lo lo es a par­tir del mo­men­to que es ca­paz de reír­se de sí mis­mo, que ha­ce una com­ple­ta auto-consciencia de lo que es y por qué pue­de ser ri­si­ble ‑eh, mi­rad­me; sí, a l’in­te­riur de sí: ¿no?; ven­ga (ya)-. Todo hom­bre es pa­ro­dia de sí mis­mo en al­gún mo­men­to, la di­fe­ren­cia es los que sa­ben reír­se de ello. 

Llega el día. En el de­ba­te un obis­po se mues­tra co­mo un com­ple­to ca­pu­llo que NHVNPV la pe­lí­cu­la con un ho­nor im­pro­pio de al­guien que de­be­ría de­ba­tir, un hu­mo­ris­ta fra­ca­sa­do de­fien­de que la pe­lí­cu­la es una au­tén­ti­ca mier­da an­te el ca­bal­ga­mien­to de no soy crí­ti­co de ci­ne pe­ro…; el pe­ro… co­mo cán­cer con­gé­ni­to, ¿re­cuer­dan el úl­ti­mo “pe­ro…” que su­frie­ron? Sí, lo re­cuer­dan, no fue agra­da­ble pa­ra nin­guno. Demasiada mier­da pe­ga­da en el te­cho. Aquí no he­mos ve­ni­do pa­ra de­ba­tir, eso es de ig­no­ran­tes que no sa­ben que se pue­de sos­te­ner una teo­ría ha­cien­do oí­dos sor­dos de cual­quier otro plan­tea­mien­to de cual­quier cla­se, es me­jor ase­gu­rar cie­ga­men­te que mi idea de Dios o mi idea de la evo­lu­ción es la co­rrec­ta -¡Que le jo­dan al pen­sa­dor no-medio!. 

Esto ha si­do una con­ca­te­na­ción ale­gre de chis­te, pe­ro de­be­mos ser más auto-conscientes que es­tos: no­ven­ta es­tu­dian­tes han si­do la­pi­da­dos den Irán por se­guir una es­té­ti­ca emo ‑es ho­rri­ble, de acuer­do, ¿pe­ro no te­nían de­re­cho a equi­vo­car­se en su for­ma de ves­tir? Quizás con obli­gar­les a ma­du­rar hu­bie­ra bastado‑, que no es ni más ni me­nos que lo que cual­quier otra re­li­gión mo­no­teís­ta ha­ce de di­fe­ren­tes y muy va­ria­das ma­ne­ras; que no es ni más ni me­nos que lo que cual­quier otra agru­pa­ción de fa­ná­ti­cos ha­ce de di­fe­ren­tes y muy va­ria­das ma­ne­ras. Por fa­vor, se los rue­go: rían­se. Hagan co­me­dia de sí mis­mos, búr­len­se de sus creen­cias, ha­gan chan­za y mo­fa de to­do cuan­to les ro­dea an­tes de ha­cer bro­ma del pró­ji­mo u ofen­der­se por lo que és­te bro­mee so­bre us­ted, por­que si lo ha­cen no só­lo se­rán me­jo­res cris­tia­nos, me­jo­res evo­lu­cio­nis­tas o la creen­cia re­li­gio­sa que pre­fie­ran, es que se­rán más di­ver­ti­dos y más úti­les pa­ra la so­cie­dad. En el mun­do no hay reali­dad que no se sos­ten­ga so­bre su pro­pia con­tin­gen­cia que no pue­da ser to­ma­da en bur­la, ¡agra­dez­ca­mos a Dios que to­da exis­ten­cia es contingencia!

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