Paradox, de Balzac
La existencia humana es, desde su misma pretensión de auto-definirse, un acto paradójico que se esconde en las más profundas contradicciones para poder comprenderse de un modo intrínseco más allá de esas pequeñas contradicciones que impiden cualquier entendimiento profundo de algo así como la naturaleza humana; en tanto paradójica, toda existencia humana nace ya en la imposibilidad de definirse como un absoluto. Esta perpetua paradoja nos deja la posibilidad de hacer un análisis exhaustivo de cada una de las representaciones humanas en el mundo, precisamente, por la imposibilidad de objetivarlas en sí mismas. Es por ello que Balzac, con un disco denominado ya de entrada Paradox, se sitúan como el mejor punto de partida para intentar vislumbrar el por qué de esa paradoja profunda que existe en el carácter humano a todos los niveles inimaginables.
En el caso particular de Balzac en general, aunque se desate de una forma particular a partir de Paradox, nos encontraríamos con el hecho mismo de que han sabido llevar más allá el horror punk de lo que ninguno de los grupos punteros consiguieron llevarlo. Grupo nacido como tributo hacia Misfits fueron lentamente convirtiéndose para encontrar un sonido propio, que coincidiría con la decadencia del grupo con la entrada de Jerry Only como líder, que acabaría sonando como una evolución lógica del sonido propio de aquellos a quienes comenzaron imitando a la perfección; la primera paradoja que origina Balzac en su seno es ser algo que va más allá de lo que es simple tributo, de ser más los Misfits que los Misfits mismos a partir de cierta época. Donde los americanos se estancaron creando unos discos que sólo pueden ser considerados como una mala diarrea pseudo-punk, los japoneses fueron explorando los diferentes límites posibles del género buscando diferentes facetas que ir explotando con el tiempo a través de una marcada personalidad propia. Sumando a todo esto que en Paradox asumirían abiertamente los prefectos del digital hardcore, pero sólo como parte inherente de su construcción horror punk, nos encontraríamos con la paradoja sistemática que se da en el seno mismo de Balzac: son Misfits sin ser los Misfits, son el paradigma del horror punk sin ser ya stricto sensu horror punk.
Si se quedara en esto, la posible paradoja que nos presenta Balzac ya sería lo suficientemente poderosa como para ser analizada en tanto su forma ya es su mensaje en sí mismo, pero la hibridación con el digital hardcore también trajo una premisa hasta hoy desconocida, la combinación de los temas de terror con inflamadas reflexiones político-sociales. Ya desde los dos Schiz-Ism que abren el disco, los cuales nos remiten a Gilles Deleuze con su lectura del capitalismo y la esquizofrenia, parecen querer dirigirnos hacia la postura de esquizofrenismo que atraviesa toda la reflexión última del disco. Por supuesto ya había esa esquizforenia presente en el ámbito mismo de como ha evolucionado el grupo por el hecho mismo de definirse a través de ser una paradoja en sí mismo, pues la esquizofrenia es paradójica en tanto acepta con naturalidad los presupuestos que se suponen auto-excluyentes o indeseables dentro de una sociedad sana ‑lo divergente es patológico, lo normal es saludable. El interés particular que puede suscitar esto es que nos revela como el discurso no es exclusivamente estructural, no es sólo algo que está ahí bajo una interpretación interesada, sino que parece que el propio grupo la ha añadido con consciencia de estar haciendo una crítica particular a partir de una serie de elementos interrelacionados entre sí.
Esto se vuelve quizás más obvio a partir de Space Vampire in Silence Noise, canción que articula todo su discurso a partir de una paradoja particular: los vampiros del espacio, premisa recurrente ya desde Misfits pero ensalzada por Balzac, se ven asediados, después de un fin de semana de cegarse con sangre, por el terror inherente de la llegada del lunes. Aquí la esquizoparadoja no se define exclusivamente por el hecho de que los vampiros del espacio se enfrenten contra una realidad eminentemente humana, de la cual en teoría están desprovistos tanto por vampiros como por espaciales, sino por el hecho que el contenido clave de terror se ve supeditado a una discursividad eminentemente social; los vampiros del espacio no pueden causar terror porque la humanidad entera está vaciada de sangre, está desecada per sé. Aquí el terror se encuentra con un terror más profundo, un terror estructural, al descubrir que pasado el fin de semana el sistema capitalista vampiriza a los individuos dejándoles sin sangre de un modo tan eficiente y absoluto que, para los vampiros del espacio, sólo queda la posibilidad de deambular asombrados por el mundo admitiendo que, de hecho, la realidad capitalista es, en sí misma, el vampiro del espacio más eficiente jamás creado. La imagen imaginaria y la realidad se cruzan lo cual propia el hecho de la paradoja última en el cual se cierra la canción: todo ocurre en silencioso ruido; el vampirismo del sistema es tan profundo, imbricado y sutil que es una matanza salvaje que sin embargo no es percibida como tal.
Si hay una relación intrínseca entre capitalismo y esquizofrenia esta se nos muestra, precisamente, en la paradoja que ilustran de forma ejemplar Balzac. Nos muestran como el terror se enfrenta a un terror cotidiano, uno más profundo e inasumible, que hace de él algo que queda en ridículo en comparación con el basto dominio de la dominación humana; los vampiros del espacio son la paradójica representación de ese capitalismo vampírico que absorbe hasta nuestro último hálito de vida. La paradoja de Balzac es que nos pueden demostrar algo sólo preocupado por ser terrorífico constantemente a la par que, sin dejar nunca de serlo, hace una crítica evidente y más o menos literal de los males endémicos de nuestra sociedad. ¿Qué son los vampiros del espacio? El hijo menor del capitalismo, los que se descubren inanes ante la imposibilidad de alimentarse ante los pellejos ya deglutidos.
Durante toda la semana se nos vampiriza de forma sistemática, haciendo de nuestro poder de producción un bien del cual nos vemos enajenado en sí, del mismo modo que los vampiros nos roban la sangre de forma sistemática para poder alimentar su sueño eterno. La esquizoparadoja aquí es, precisamente, que cuando acaba esa semana donde hemos sido vampirizados empiezan los días de fiesta, el fin de semana, donde también somos vampirizados; el sistema ha creado una contradicción tan profunda y peligrosa, una paradoja tan perfecta, que incluso cuando estamos descansando seguimos trabajando a través del consumo. He ahí la esquizoparadoja que ilustran Balzac. ¿Qué sentido tienen ahora ya los vampiros del espacio? Simplemente ser el ejemplo que queda empalidecido ante la realidad que se les muestra como tan conveniente y perfecta que sólo pueden afirmar que los humanos han superado en vampirismo a los propios vampiros. La esquizoparadoja es la conjunción de lo real y la representación como hechos que se contradicen entre sí pero se nos muestran como unidos intrínsecamente, como la democracia que es una representación que oculta tras de sí la realidad tiránica del sistema capitalista; aquí hay una contradicción latente, una paradoja irrealizable, pero que sin embargo se conjuga a la perfección en tanto sólo se puede construir la realidad en sí a partir de su propia contradicción aparente. Es por eso que es una esquizoparadoja, porque es esquizofrénica, disociada y sinsentido, sin dejar de ser una paradoja en sí misma.
Todo es, como dice el propio nombre de una de las canciones del disco, that see what isn’t there. No hay nada en la paradoja, en el profundo sinsentido que cultivan Balzac, que no nos remita de forma constante al terror imperante de lo real. Su terror se nos torna de forma particular en paradójico cuando, en su construcción, nos demuestra como el terror que han arrojado en el mundo envilece ante la dimensión abstracta no-metafórica del terror exacto que existe de facto. Y ellos lo saben. Quizás por eso cimientan a partir de éste punto todo su discurso además de su forma en esa perpetua contradicción alegórica, en esa esquizoparadoja, en la cual ponen en relación hechos contradictorios de la existencia pero que sólo en esa contradicción se pueden comprender como una unidad de lo real; ellos se posicionan como una fuerza metafórica, de más allá de lo real, para oponer su visión de lo irreal en conflicto con lo real en sí para paradojizar su existencia: nos muestran como la realidad contiene dentro de sí su propia negación. ¿Cómo lo hacen? Estructuralmente (demostrando que Balzac es su propia contradicción) y temáticamente (demostrando que el terror es su propia condición de alegoría del terror real). Porque la condición de lo real es realmente buena.