New Noise, de Refused / Church of Noise, de The Bloody Beetroots
Cuando uno ve cualquiera de las grabaciones donde aparece Dennis Lyxzén tiene la sensación de estar ante una persona especialmente peculiar. Los estallidos de violencia brutal periódica en su música ‑los cuales, además, arropa con una actitud más que adecuada- entrechocan con su paradójico comportamiento más bien sereno, quizás ligeramente tímido, del cual hace gala la mayor parte del tiempo. Por ello no es extraño que cree y abandone grupos con la convulsión propia de alguien que parece incapaz de atar durante demasiado tiempo un interior en constante contradicción. Eso no excluye que tenga unas obsesiones comunes (todas pasadas por el tamiz ideológico de su anarquismo radical) que acaban desplegándose intermitente pero constantemente en su obra.
La declamación primera, y síntesis absoluta del pensamiento libertario de Lyxzén, se encontraría en el último single de Refused: el clásico contemporáneo New Noise. Un ritmo contundente, colérico y caótico que, sin embargo, guarda un orden tan perfecto, tan alejado de cualquier noción de género, que ha servido como inspiración para una cantidad creciente de grupos. Todo esto se ve reforzado con Lyxzén desatado que se deja de remilgos para convertirse en la perfecta combinación de calma chica y caos sonoro; si la mayor parte del tiempo la pasa cantando calmado, casi con una total diferencia, no duda en dispararse gritando sin parar al micrófono para escupir su mensaje sobre el público. Todo para acabar dando las gracias al final de la canción. Y esa es la genialidad de Refused: siempre se situaron quince pasos más allá de lo que se supone que son; no son un marco bonito, son un contenido brutal.
Por supuesto el mensaje de New Noise es bastante claro, es necesario un nuevo arte que no se base en un mercantilismo caduco, pero esconde algunas apreciaciones propias de la historia del grupo. Refused sólo se separaron cuando triunfaron, con su disco The Shape of Punk to Come, por los principios de que la banda debía ser siempre y en toda circunstancia un acto de disidencia contra el poder económico-político capitalista. Es por ello que la canción, todo un Que te jodan a la descompuesta cara de El Capital, es tanto un acto de disidencia artística como política; no sólo insta a confrontar el arte como mercancía fetichizada si no que también es una oda política de lucha contra la mercantilización en sí misma. Necesitamos nuevo ruido, / nuevo arte de la gente real. / Bailamos todas las canciones mal, / disfrutamos de todos los movimientos incorrectos.
¿Y por qué Refused lanzan aquí un mensaje político cuando parece que es exclusivamente estético? Porque toda acción estética es necesariamente política; el arte sólo es arte cuando cristaliza como contestación contra la realidad reglada. Y es así debido a que cualquier cambio de noción del discurso artístico afecta, necesariamente, a los demás discursos adyacentes, lo cual provoca su ruptura. En el arte nace la primera respuesta a la contra porque sólo cuando cambias la voz del discurso puedes crear un nuevo discurso; necesitamos un nuevo ruido.
Por supuesto la situación actualmente es crítica, debido a la crisis que atravesamos, y a la par esperanzadora, ya que parece haber nuevos discursos disidentes confrontado esta situación, por ello la vuelta del discurso del ruido de Lyxzén ahora no sólo es necesario, es imperativo.
Es por ello podemos encontrarlo con The Bloody Beetroots con unos contrastes mucho más fuertes, extremadamente furiosos, en un grupo que adoptó el sonido de Refused hacia la electrónica más gamberra. Por eso el propio Lyxzén elige cantar con mucha más rabia que en el tema original que da pie a éste, el ya mentado New Noise, para impregnar de puro deseo un discurso que nació como estético y ahora se hace necesario literalizar lo político que hay en él. Como el mismo nos dice están tratando de ahogarnos / tenemos que aprender a luchar / tenemos que aprender a gritar pero, ¿para qué? Para poder impedir que sigan imponiéndonos una política, y un discurso, que nosotros no hemos elegido. Pero os dirán que no se puede combatir pero, en último término, sólo se necesita el amor y el coraje como para darle la vuelta a todo; la política es nuestra porque nosotros somos la política. Por eso hay que luchar, hay que aprender a gritar, ahora mismo para poder imponer nuestra voz y no dejarnos seducir por la voz contaminada de aquellos que dicen estar liberados de toda ideología e interés. Nuestras elecciones deben ser nuestras y de nadie más, eso lleva más de una década diciéndonos Lyxzén.
Todo es nuestro: / la sangre y las cicatrices; / el amor y las estrellas, y si nosotros tenemos todo eso tenemos todo cuanto importa en la vida. Porque la política es un acto de amor profundo, puro y sinsentido que arrasa con toda noción de lógica, que se dispara como un resorte contra el que intenta dominarlo y lleva hacia la consecución del auténtico deseo al que se deja llevar por él. Porque la auténtica lucha política, el salir allí fuera y arrasar con quienes intentan apresar nuestra voluntad, es una lucha violenta producida por el deseo de un amor más profundo que el amor mismo.