el equilibrio está escrito en las estrellas

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El hu­mano siem­pre ga­na por sus sen­ti­mien­tos en­tre los que se en­cuen­tra una cier­ta in­na­ta crea­ti­vi­dad que les lle­va a es­tar por de­lan­te de los ho­rro­res pre­ter­na­tu­ra­les. Una vez de­rro­ta­da la fría ló­gi­ca de la ma­qui­na el hom­bre se al­za en una vic­to­ria pí­rri­ca al ver co­mo es­ta ha sa­bi­do sal­va­guar­dar su exis­ten­cia an­te el ata­que hu­mano. Y así es co­mo en Alien vs. Predator vs. The Terminator de­be­mos eli­mi­nar el fac­tor hu­mano de la ecuación.

Cuando Skynet es­tá cer­ca de ser de­rro­ta­da man­da al pa­sa­do unos ro­bots de as­pec­to hu­mano pa­ra que per­pe­túen en otro de los mun­dos po­si­bles ‑en otra dimensión- sus ejer­ci­tos me­jo­ra­dos has­ta un ni­vel que los hu­ma­nos ja­más pue­dan de­rro­tar. Así es co­mo in­ves­ti­gan­do con aliens crea la abe­rra­ción úl­ti­ma: cy­borgs de ba­se alie­ní­ge­na que su­pe­ran por mu­chí­si­mo las ca­pa­ci­da­des de cual­quier hu­mano. En la con­se­cu­ción de com­ba­tes los cy­borgs ma­cha­can sis­te­má­ti­ca­men­te cual­quier po­si­ble opo­si­ción hu­ma­na al ser, no só­lo más fuer­tes, sino tam­bién te­nien­do más ca­pa­ci­dad de im­pro­vi­sa­ción. Los Predators tam­po­co con­si­guen ha­cer na­da an­te un ejer­ci­to de me­tal que pue­de auto-regenerarse con la ener­gía y el me­tal de su al­re­de­dor vien­do co­mo van ca­yen­do pa­vo­ro­sa­men­te an­te un enemi­go in­ven­ci­ble. Sólo cuan­do Ripley #8 acep­ta su con­di­ción de ano­ma­lía, de mons­truo de la na­tu­ra­le­za que com­bi­na los ca­rac­te­res fí­si­cos de po­der alíen y las ca­pa­ci­da­des sen­ti­men­ta­les de los hom­bres es cuan­do los ter­mi­na­tor en­cuen­tran su per­di­ción. En un ému­lo de la cien­cia fic­ción de los 50’s la úni­ca y ma­yor per­di­ción de los in­va­so­res de más allá de la reali­dad del hom­bre es una na­tu­ra­le­za desatada.

Ante el equi­li­brio del eco­sis­te­ma uni­ver­sal el hom­bre no es ca­paz de pa­rar las abe­rra­cio­nes que no de­be­rían exis­tir, só­lo las fuer­zas de la na­tu­ra­le­za pue­den es­ta­ble­cer el or­den de las co­sas. El bien y el mal son con­cep­tos me­ra­men­te hu­ma­nos, el mal de los aliens es un he­cho in­ci­den­tal tan­to co­mo lo son sus cir­cuns­tan­cia­les ac­cio­nes he­rói­cas co­mo fuer­za de la na­tu­ra­le­za que son. En la na­tu­ra­le­za se es­con­de el se­cre­to del equi­li­brio ecuánime.

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