Shoot “Em Up, de Michael Davis
En el cine, como en cualquier otro medio cultural basado en la narratividad, es común que lentamente todos los artefactos inmersos en su seno se vayan catalogando bajo los diferentes epítetos, no necesariamente épicos, definidos a través de los géneros. Los géneros, que no dejan de ser ciertas conformaciones formales para denominar ciertos rasgos comunes básicos a un grupo de películas, se han ido constituyendo a su vez como el punto medio de elección dependiente por encima del valor particular de la película o, en ocasiones, si quiera del medio. Ahora el público cuando se dirige al cine ‑y, para este caso, con dirigir me refiero meramente a disponerse a vivir la experiencia- rara vez lo hace por ser un título dado, el director de esa película en particular o que actores o que sinopsis son el leit motiv de lo que verán, no, la gente se pone ante el cine a ver una película de acción, una romántica o una comedia; se ha anulado, en cierta medida, la búsqueda particular de la unidad de interés en favor del interés comunitario indiferenciado: no buscamos una película dada, buscamos una abstracción de donde extraer un tipo de película dada.
Todo lo anterior serviría para explicarnos el dudoso por qué de la escasa aceptación de la obra magna de Michael Davis, la alucinada Shoot “Em Up: ésta se salta a la torera todos los códigos del cine de acción al, precisamente, subordinarlos todos en una aceptación total desde una actitud humorístico-metafórica; es una película de acción tan pura que se torna (intencionalmente) hacia el humor. Por ello cualquiera que, ya de entrada, se acerque a una película donde el protagonista es capaz de asistir a un parto mientras se defiende con precisión en un tiroteo debe aceptar sine qua non el hecho de que no está viendo una película de acción, sino que está viendo Shoot “Em Up.
Como película de acción es ejemplar en todos hasta límites que rallan el absurdo de lo arquetípico: protagonista misterioso, mujer fatal que rechaza al protagonista pero acaba enamorado de él, conspiración de nivel global y una cantidad de disparos por segundo que podría obnubilar el juicio vía desviación de sangre de cualquier nerd de la balística; Shoot “Em Up es, en primera instancia, todo lo que debe ser una película de acción. O así debería ser. El problema para el espectador medio es que, de hecho, no es una película que no sólo es que acepta todos esos pequeños detalles propios de su género sino que los subvierte para convertirlos en delirantes procesos de humor surrealista. Así por ejemplo nos encontramos a la bellísima prostituta de buen corazón Donna Quintano especialista en lactancia erótica acompañando en su aventura a Mr. Smith, un capacitadísimo experto en las armas de fuego obsesionado con la ingesta de zanahorias que salvará a un bebé al cual busca asesinar un grupo de profesionales por razones desconocidas. Son arquetipos de personajes de película de acción perfectos pero con una serie de taras que les sitúan en un contexto diferenciado pero común, humorístico, del cual no pueden huir; son personajes de acción y de humor al tiempo.
Por ello el desarrollo de la película se da siempre en la fina linea que separa el humor de la acción, manteniéndose siempre estrictamente en ella para no caer en el mero esperpento ni situarse como una concatenación de lugares comunes. El uso creativo de las zanahorias, auténtico leit motiv de la película, definen el espacio perfecto de esta hibridación metafórica entre humor y acción: matar a alguien clavándole una zanahoria en el ojo es un acto de genialidad de acción (por su connotación violenta) pero también de humor (por el hecho de que se hace con una zanahoria) ya que no se descuidan ninguno de los elementos presentes en el proceso; la acción es violenta en sí pero su modo de ejecución es humorístico. Todos los personajes se sitúan en la misma dimensión que el héroe de (post)acción definitivo à la Chev Chelios ‑protagonista de la película, también de acción, Crank‑, un tipo de héroe que consigue delimitarse por sus acciones en una aspectualización dada (el cine de acción) mientras que sus medios para conseguirlo lo hace desde otro absolutamente dispar (el cine de humor en particular, pero en el caso de Crank también podría ser el kaiju eiga o, incluso, cierto cine erótico-humorístico) manteniéndose siempre estrictamente en los dos niveles a través de una metodología pura.
El público que busque en Shoot “Em Up una peli de acción lo único que encontrará es una plena insatisfacción al encontrarse un híbrido que no sólo no quieren comprender ‑por una obsesión impostada de la necesidad de pureza de los géneros que se basa, en verdad, en una necesidad de familiaridad con el producto; no quieren nada nuevo, quieren ver la misma película una y otra vez- si no que no pueden; la articulación de la película se sustenta en la parodia y veneración sin contradicción subyacente de los códigos del género.
Es por ello que pasados unos trece minutos Michael Davis nos da una escena genial donde, después de un intercambio de disparos se acaba con un profético FUK U en un cartel luminoso en plano general con el villano, Karl Hertz, aturdido en el suelo. Este es el que te jodan de un espectador cabreado, ya en el límite de su prácticamente nula paciencia, que ve como se le ha dado algo diferente a lo que se le ha prometido aun cuando, en verdad, a éste no se le prometió jamás nada sino que él supuso que necesariamente debía ser eso. He ahí que la respuesta del expeditivo Hertz sea un disparo que, vía juego de cámaras perfectamente calculados, nos permite comprobar como el cartel ahora dice FUK U TOO. La película enseña las cartas desde el principio, no engaña a nadie a la hora de plasmar su discurso estético y, por ello, el espectador que se sienta engañado es que aun no ha entendido el chiste. Ni el cine en general.