el totalitarista, aunque se vista de seda, totalitarista se queda

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No hay na­die que no se­pa a es­tas al­tu­ras que Daredevil es un per­so­na­je com­ple­jo que se de­ba­te en­tre dos vías de ac­tua­ción, la pe­nal y la he­roi­ca, ca­da una den­tro y fue­ra de la so­cie­dad, pre­ci­sa­men­te, pa­ra pro­te­ger­la. Así Daredevil re­na­ce de sus ce­ni­zas en Born Again a pe­sar de los re­do­bles to­ta­li­ta­rios de Frank Miller.

Cuando Karen Page, la ex-novia de Matt Murdock, ven­de la iden­ti­dad se­cre­ta de es­te por su deses­pe­ra­da si­tua­ción an­te su adic­ción a la he­roí­na ya ve­mos co­mo to­do se de­rrum­ba en la vi­da de am­bos. Cuando lle­ga a ma­nos de Kingpin se de­di­ca a des­truir me­tó­di­ca­men­te a Murdock a to­dos los ni­ve­les, ais­lán­do­lo po­co a po­co en si mis­mo, dán­do­le cuer­da pa­ra que al fi­nal el mis­mo sea el que se ma­te. Pero fi­nal­men­te él des­cu­bre co­mo con­ci­liar am­bos mun­dos, el es­tar den­tro y fue­ra de la so­cie­dad al mis­mo tiem­po, y en­cuen­tra su res­pues­ta den­tro de si mis­mo, acep­tan­do el auto-sacrificio. No so­lo mue­re y re­su­ci­ta, tam­bién se fla­ge­la y se ha­ce pa­sar mar­ti­rio pre­ci­sa­men­te ya que, en la cul­pa, es don­de en­cuen­tra el equi­li­brio que le ha­ce ver que es ne­ce­sa­rio sus dos fa­ce­tas. Se de­cons­tru­ye pa­ra re­cons­truir­se exac­ta­men­te igual, so­lo que con un bar­niz cris­tia­ni­zan­te que, le­jos de do­tar al per­so­na­je de in­te­rés, le arre­ba­ta en bue­na me­di­da la lu­cha in­ter­na de va­lo­res que vi­ven den­tro de sí. Por es­to Miller nos con­vier­te un hé­roe am­bi­guo y mo­ral­men­te cues­tio­na­ble en un se­gun­do Cristo, al­guien que se sal­ta las nor­mas úni­ca y ex­clu­si­va­men­te por­que es man­da­to di­vino. Su di­vi­ni­za­ción es el in­ten­to de acer­car­lo al la­do más a la de­re­cha de (Capitán) América.

Y es que en el fon­do Miller es un crip­to­fas­cis­ta con una pa­sión des­me­di­da por el to­ta­li­ta­ris­mo más ab­yec­to y re­cal­ci­tran­te. Todo en el có­mic es un ca­mu­fla­do can­to al im­pe­ria­lis­mo. La apa­ri­ción de Nuke co­mo aban­de­ra­do de EEUU que acep­ta la mi­sión del oron­do, li­be­ral y anar­co­ca­pi­ta­lis­ta Kingpin pue­de pa­re­cer, en una in­ter­pre­ta­ción du­do­sa, una crí­ti­ca al pa­trio­tis­mo in­fun­da­do y sin ca­be­za. Sin em­bar­go no cos­ta­ría in­ter­pre­tar­lo co­mo un con­fu­so pa­trio­ta, que in­ten­ta ayu­dar a su pa­tria pe­ro se de­ja lle­var por las ho­rri­bles ma­ni­pu­la­cio­nes del ca­pi­tal des­con­tro­la­do de unos li­be­ra­les mal­va­dos. El dis­cur­so que se des­pren­de en ca­da pa­gi­na de Born Again es un gri­to con­ser­va­dor e im­pe­ria­lis­ta. Se pue­de ro­bar a Kingpin si es pa­ra re­pa­rar La Nación®, pe­ro de­fen­der­se de una agre­sión po­li­cial es la de­mos­tra­ción ab­so­lu­ta de que se ha to­ca­do fon­do. Al fi­nal Daredevil se ins­ti­tu­ye co­mo un hé­roe ame­ri­cano, el de­fen­sor de El Pueblo®, co­mo voz y ac­ción de una na­ción que es guia­da por la mano de Dios. Y fi­nal­men­te, en su gra­cia, en su ab­so­lu­ta gra­cia, tam­bién pue­de per­do­nar y re­di­mir a Karen Page, a la que se sa­lio del ca­mino del se­ñor, por­que los bue­nos son in­va­ria­ble­men­te los que se que­dan den­tro del ca­mino es­ta­ble­ci­do de la moral.

Al fi­nal nos de­ja cla­ro que la lu­cha es po­si­ble siem­pre y cuan­do sea pa­ra de­fen­der los va­lo­res ab­so­lu­tos y pre­cla­ros de una cris­tian­dad, de un pue­blo guia­do por el pro­fe­ta de Dios, pa­ra lle­gar al pun­to de al­can­zar el fin de la his­to­ria. Que, en reali­dad, se su­po­ne ya he­mos al­can­za­do. Y es que, la cul­tu­ra pop, es buen vehícu­lo pa­ra el criptofascismo. 

5 thoughts on “el totalitarista, aunque se vista de seda, totalitarista se queda”

  1. En El Caballero Oscuro tam­bién de­ja sa­lir a su fas­cis­ta interior.

    Cuando ex­plo­ta la bom­ba so­vié­ti­ca (¡có­mo no!) y to­da la ciu­dad se que­da a os­cu­ras. Durante unas pá­gi­nas se mon­ta un caos de sa­queo e in­cen­dios, pe­ro lle­ga Batman, uni­fi­ca a las ban­das y sal­van la ciudad. 

    Antes de eso ha­bía sa­li­do un in­do­len­te Ronald Reagan (¡na­da me­nos que Reagan!) con su tra­je an­ti­ató­mi­co sol­tan­do eu­fe­mis­mos so­bre lo ma­los per­de­do­res que son los ru­sos. Y a par­tir de ahí, fas­cis­mo clá­si­co: el caos de la na­ción en cri­sis por la fal­ta de va­lo­res co­mu­ni­ta­rios, el aban­dono del pue­blo por par­te de los lí­de­res de la de­mo­cra­cia li­be­ral y la ne­ce­si­dad de un lí­der fuer­te al que se­guir. En fin, po­pu­lis­mo fas­cis­ta de ma­nual, la esen­cia de lo que sa­le en el Daredevil que comentas.

  2. Cierto es que en El Caballero Oscuro tam­bién se de­ja de su­ti­le­zas y ha­ce una de­fen­sa que da mie­do, buen apun­te. Pero en el có­mic que me pa­re­ce más ob­vio, san­gran­te y mal in­ter­pre­ta­do es 300. No se co­mo la gen­te pue­de ver una de­fen­sa o ale­ga­to pro-izquierda en nin­gún tra­ba­jo de Miller cuan­do es, cla­ra­men­te, de de­re­chas co­mo po­cos hay.

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