El como funciona la mente, el como entre esa tela de enmarañada información en bruto las cosas toman un orden, es uno de los temas más complejos e intrigantes para el ser humano durante toda su historia. Quizás por ello sería interesante abordarlo desde el punto de vista del teórico práctico de la nueva carne, del iconoclasta existencial, David Cronenberg a través de su película Spider.
La película nos pone en la piel del perturbador Spider cuando es dado de alta en el psiquiátrico pero, debido a su imposibilidad para llevar una vida normal, será trasladado a una residencia. A partir de entonces descubriremos que Spider es esquizofrénico y durante toda la película van alternándose la realidad presente con las imágenes evocadas por el protagonista de los días de su infancia. Así, a lo largo de la película, Cronenberg nos va desmadejando con una soltura única como nuestro peculiar compañero de viaje ha llegado hasta semejante situación.
Con un principio pausado, alejado de las producciones más viscerales y dionisíacas anteriores del director, encontramos aquí un Cronenberg tan preocupado de analizar como funciona la mente de un demente como de redefinir que es la nueva carne, que es el hombre contemporáneo. Para ello nos presenta un guión perfectamente formado inspirado en la novela homónima de Patrick McGrath a través de la cual nos presenta la vida de Spider en varios niveles a la vez: uno real y otro onírico. En el nivel real sigue su rutina diaria en su nuevo hábitat, apenas sí comunicándose con otros huéspedes pero en el nivel onírico es donde se esconde lo interesante. Pensado como un grupo de escenas inconexas, sin sentido, nos sumergimos en un mundo donde el presente y el pasado se difuminan. Él, de niño, ve como todo su mundo, su hogar, sus padres, se van desmoronando encima suyo sin que pueda hacer nada más que escuchar y apenas si balbucear algunas palabras inconexas. Nuestro protagonista apenas si es capaz de balbucear las inconexas palabras que pronunció anteriormente de niño.
Si caben dos cosas a destacar para la credibilidad de la película son dos aspectos fundamentales: la actuación de Ralph Fiennes como Spider y la soberbia labor de dirección de Cronenberg. Por su lado Fiennes recrea un personaje abotargado, sumido en si mismo e incapaz de comunicarse con la realidad con la normalidad. Su personaje, complejo ante la dificultad de no caer ni en la parodia ni en la levedad, queda perfectamente definido a través de sus mínimos gestos. No necesita hablar, cada gesto, cada imagen suya es una perfecta revelación de su interior. Y de esto segundo se encarga de realzarlo Cronenberg al recrear una realidad absurda, extraña, donde todo es un exceso incomprensible. Todo está como reconstruido desde el cerebro de un niño, un niño que jamás pudo crecer por culpa de la irracionalidad misma.
Y es justo de esto último de lo que habla esta película de la racionalidad y los peligros que acechan al cogito en tanto ser en todas partes. Así un primer acercamiento lógico sería a través de la duda cartesiana pues parece que ahí podríamos contestar algunas incómodas preguntas sobre el saber. Según Descartes debemos de reforzar el criterio de evidencia de nuestros sentidos pues con que fallen una sola vez serán rechazados como fuentes fiables de la realidad. Pero como ya hemos dicho es obvio que, en el caso de Spider, los sentidos le fallan continuamente pues parece vivir siempre en una realidad suprasensible diferente a la real. Aparentemente nuestro viaje hacia la racionalidad acaba aquí, los sentidos del protagonista le mienten por lo cual no puede confiar en ellos y, por tanto, no demuestra racionalidad. Ahora bien, en la película no se nos aclara en momento alguno si eso es una alucinación, un recuerdo o un sueño de Spider por lo cual dejaría la puerta abierta, al menos, a tres posibles interpretaciones diferentes.
Para empezar, nos diría Descartes que la duda de los sentidos no alcanza el cuerpo propio y los objetos cercanos, ya que no sería razonable, dudar de ellos por lo cual sería una marca de irracionalidad. Esto ya hace que sea poco probable que sea una alucinación ya que, a fin de cuentas, Spider jamás duda de alcance al cuerpo propio y los objetos cercanos. En tanto al sueño deberíamos tener en cuenta otras cosas ya que en el sueño el cuerpo o las cosas cercanas son falsas pero en realidad no es así pues a lo que induce el sueño que parece real es el poder persuadirse de que en este mismo momento él esté durmiendo aun cuando la realidad onírica sigue ciertas pautas de la realidad de la vigilia. Si está durmiendo está claro que no hace ademán jamás de poder persuadirse de que sea así, por lo cual parece ser tampoco un sueño. Ante semejante tesitura parece que sólo podríamos no ponerle pegas difícilmente salvables al hecho de que son recuerdos muy vividos por su parte. Pero primero, intentemos rescatar las posibilidades, más lógicas a priori, de que sea un sueño o una alucinación.
Si hacemos caso a Foucault nos informará de que el llevar al límite los sentidos, hasta lo físico, no es algo razonable ya que es situarse en el lugar del loco. Debe ponerse en duda la realidad sin ponerse el sujeto en duda a si mismo a la vez, como en el sueño, con la radical diferencia de que en éste dudo de lo próximo no invalidando al yo, sino a la ficción del sueño. De este modo loco y soñador serían, en última instancia, lo mismo y no podríamos vislumbrar cual de las dos es en realidad. Pero, según Derrida, el sueño es una locura aun más loca que la propia demencia pues está haciendo de la duda una duda hiperbólica. El sueño corta todo estatuto de la realidad de la percepción mientras la locura no los corta de forma absoluta al ser por causas delirantes. De este modo encontraríamos que si está soñando todo lo ocurrido es falso pero si está delirando hay una posibilidad de verdad. Así nos deja dos opciones: o bien no podemos saber que es o bien podemos saberlo pero o es falso o es en gran medida falso.
Como parece que no encontramos respuesta acudiendo a las visiones de Foucault y Derrida volvamos a la película. Suponiendo que Spider no alucina ni sueña, sólo nos queda pensar que está teniendo unos recuerdos muy vividos. Esto encajaría desde el momento que su presencia nunca parece suscitar reacción alguna en su entorno, parece estar físicamente pero a la vez ausente del mundo a su alrededor. Y es justo aquí donde parece que por fin encontramos una posible salida a todo esto y es que él, en todo momento, se dedica a hacer una reconstrucción de lo que ocurrió en su vida. De un modo lento, parsimonioso, va rememorando en su memoria todo lo que ocurrió cuando él era apenas un niño en relación a sus padres; conforma una compleja tela de araña de recuerdos.
Aunque la teoría de que, finalmente, todo no sea más que una consecución de recuerdos sea la más factible, realmente, sufre de varios problemas estructurales de gravedad. Un primer problema sería el hecho de que el parece saber cosas que es imposible que supiera en tanto jamás pudo estar físicamente donde se supone que ocurrieron ‑ni conocer por terceros tales hechos-. Por ello, aunque en gran medida pudiera ser una reconstrucción de una mente enferma, hay algo más; necesariamente se tiene que entrecruzar algún suceso a estos recuerdos: o bien los sueños o bien las delirantes elucubraciones de su imaginación. Si sumamos a esto sus recreaciones metódicas en un plano real de todo cuanto sucedió llegamos a un final atroz: no tenemos ni la menor idea de que pasaba por su mente. Por suerte, a través de Descartes quizás podamos clarificar esta nueva problemática en la que nos hemos deshecho.
Y es que aun nos queda la posibilidad de que un genio maligno engañe los sentidos del pobre Spider y realmente hay un genio maligno aquí, David Cronenberg. Pero este genio maligno lejos de engañar los sentidos de su protagonista engaña los nuestros, nos hace desconfiar de que y como hemos visto en todas y cada una de las escenas de la película. Tenemos una duda sistemática de si esto ha sido real o no y en que medida, ha conseguido sumergirnos en la misma duda en la cual está el protagonista en todo momento. La duda del conocimiento de Spider ahora es también nuestra propia duda legítima.
Pero no deberíamos olvidar una cosa, todo esto no es más que una fina tela de araña y, necesariamente, una tela de araña lleva a algún lado. Como la mayoría saben estas finas obras de artesanía animal se sostienen firmes sobre una sola hebra de tela que, de ser derribada, desmoronará todo el conjunto. A su vez, tanto el cerebro como la mente y el conocimiento humano son como una gran tela de araña en la cual una hebra solitaria sostiene toda la racionalidad del yo. Cuando el yo, en tanto ser a través del otro, se pierde, cuando se pierde mi definición del yo, nuestra tela de araña se desmorona en conjunto al mundo mismo. Y, en esa perdida del yo, se encontraría parejo lo que lo define como lo propiamente humano: la posibilidad de la razón y del lenguaje.
Aquí se acaba el viaje y sólo podemos llegar a saber dos cosas: por un lado Spider está condenado a vivir una y otra vez en un eterno retorno el desmoronamiento de su yo y, por otro lado, nosotros estamos condenados al fracaso de disponer de un conocimiento absoluto; uno sin duda ni escepticismo. Si él está condenado al asesinato de sí mismo a través de la muerte materna nosotros estamos condenados a no conocer jamás nada con certeza. Y todo por culpa de unas malditas telas de araña.
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