Orientalismo, de Edward Said
A pesar de ser un término de uso relativamente común, la realidad es que existe un cierto desconocimiento hacia lo que supone el orientalismo —lo cual resulta particularmente preocupante en una época donde hay una resurrección de esta concepción en nuevas y más trágicas conformaciones. ¿Qué es entonces el orientalismo? El orientalismo es la serie de representaciones occidentales que se crean desde una serie de elecciones afectivas —entendiendo por estas desde los medios de comunicación hasta la cultura y, en general, cualquier forma de representación— al respecto de oriente, sean estas reales o no. Esto acontece de tal modo porque se ha ido originando ya desde la época colonial la idea radical de oriente como un negativo perfecto de Occidente; la dicotomía Oriente-Occidente es una creación occidental a través de la cual crear un otro, una entidad radicalmente diferente a nosotros, para establecer así un evidente potencial enemigo al cual plantar cara. El orientalismo podríamos considerarlo entonces como una visión cultural ideologizada que enraíza en las instituciones, el vocabulario, las enseñanzas, las imágenes, las doctrinas y, en general, todo acto discursivo sobre Oriente.
Sin embargo cuando Edward Said nos habla de orientalismo no lo hace en una única acepción posible, sino que lo hace de múltiples de ellas al mismo tiempo siendo todas ellas, a su vez, inclusivas. La acepción que ha sido aceptada con mayor naturalidad dentro de los ámbitos académicos, aunque no fuera ni mucho menos la que tenía en mente éste cuando construía su discurso, sería la de la enseñanza, escritura o investigación sobre oriente, sea cual sea el ámbito del mismo que estudie —aunque, en cualquier caso, en la actualidad parece haber una remisión del uso del termino de orientalismo por otros mas neutros como estudios orientales, para procurar desvincularse del autoritarismo propio del colonialismo del XIX — . Sin embargo para Said el orientalismo sería más bien la distinción ontológica y etimológica que se establece entre Oriente y Occidente como dos radicales bien diferenciados — el orientalismo sería la condición a través de la cual se construye un discurso que jerarquiza y estereotipa al rival, permitiendo así también la existencia de un occidentalismo que se diera en dirección contraria —con el mismo propósito de edificar su identidad a través de un otro—: la visión por parte de ciertas facciones capciosas orientales que construyen una visión de occidente hiperbólica en la que primar sus fantasías distópicas en contraposición de una idealización de la propia cultura; he ahí las fantasiosas interpretaciones de ambos polos por parte de sus opositores en la cultura.
Ahora bien, Said iría más lejos al respecto del orientalismo al afirmar que éste no deja de ser a su vez la descripción y análisis de los discursos que se realizan al respecto del Oriente, como si se tratara de una institución colectiva que entrara en relación con éste, para constituir una serie de relaciones de dominación a través del lenguaje. Esto enraizara de forma tan directa como eficaz con la noción de discurso de Michel Foucault, para el cual todo elemento del discurso tiene implícito por si mismo relaciones de poder, construyendo así un sentido último del orientalismo como estrategia de conquista colonial: al infiltrar sus propias ideas de Oriente en el mundo, al constituir un oriente hipersticial sobre el real anterior, lo (re)construye haciendo de esa ficción una realidad fáctica en sí en tanto incluso quienes lo moran lo creen real. El orientalismo es. en último término, la construcción de un oriente a medida de Occidente y sus circunstancias.
Las demoledoras consecuencias de esto en la época colonial son de sobras conocidas por todos nosotros, produciendo que todo Oriente se convirtiera en una suerte de subsidiaria del segundo mundo de exotismo vacacional impostado y mano de obra barata de la realidad del primer mundo, pero son aun más arrebatadoras si las pensamos en el colonialismo de hoy, construyendo un oriente basado en la idea de musulmanes enemigos de la democracia deseados de destruir occidente —que aun cuando si puedan existir estos, no es ni mucho menos una realidad tan prolífica como los medios de comunicación de Europa y, especialmente, EEUU desearían. Es así que vemos un cambio radical entre el orientalismo de Said y nuestro orientalismo, el cual podríamos llamar sin temor post-orientalismo, porque en el nuestro oriente ha pasado de ser un destino vacacional que se simula para ser divertimento turístico y sexual de la aburrida burguesía europea para convertirse en algo mucho más terrorífico: la fuerza dicotómica que da sentido a (la opresión de) Occidente —y viceversa, pues el occidentalismo es también la forma radical de opresión de oriente por parte de sus gobernantes. Por eso es interesante rememorar en estos tiempos convulsos las teorías de Said, porque aunque quizás hayamos superado ya el colonialismo, e incluso eso es dudoso, aun estamos sumergidos en la espeluznante dinámica dicotómica donde el otro es sólo una creación conveniente para aquellos que aun ostentan el poder.