What’s Up, Tiger Lily?, de Woody Allen
Las ideas son como virus que infectan las estructuras celulares de las cosas, convirtiéndolas en su necesidad para que así adquieran su propia forma a través de las cuales puedan auto-replicarse. A partir de esto podríamos entender de forma mucho más sencilla el por qué radical de la idea ‑por qué es tan contagiosa, por qué estamos siempre desentrañando ideas- y las consecuencias que tiene en el mundo; toda idea es una infección y, por lo tanto, tiene un correlato relacional en el mundo material en tanto transforma a su imagen todo aquello que infecta. Esto puede sonar algo extraño, sino directamente metafísico, cuando en realidad es algo que podemos apreciar de un modo sustantivo en cada instante de nuestra existencia: cuando inoculamos la idea de tener que bajar a por el pan por nosotros a nuestra pareja la realidad material se ajusta al cumplimiento mismo de esa idea. Las ideas cambian el mundo a su alrededor en su infectar, porque toda idea deviene a partir de su propia perpetuación a través de los rasgos distintivos acontecidos en el mundo (material).
Quizás un caso donde esto se hace particularmente patente es en What’s Up, Tiger Lily? por su peculiar forma de reinventar las ideas plasmadas dentro de la propia película. Siendo originalmente una película de espías japonesa, parece que no precisamente de alto presupuesto, un primerizo Woody Allen la deconstruye y practica un montage creativo en el cual añade un doblaje peculiar y un intervencionismo de las imágenes para hacer de la película una comedia. De éste modo coge su idea de lo que debe ser el cine y, con ella en mente, se dedica a modificar una película hasta que da cabida exactamente a lo que Woody Allen querría transmitir en una película de la índole exacta que nos ocupa en el momento.
Bajo esta prisma deberíamos entender What’s Up, Tiger Lily? no sólo como un ejercicio de deconstrucción, sino como un ejercicio de infección. A través de lo que era otra cosa, se parte de una idea completamente diferente para construir un discurso que poco tiene que ver re-aprovechando el corpus material, el cuerpo en sí de la película, para convertirlo en otra cosa; como la célula que se ve infectada por un virus convirtiéndose en un duplicado del virus, la película japonesa original se ve contaminada por las ideas de Allen que convierten su forma en algo más apropiado con respecto del pensamiento del americano. Con esto en mente podemos entender entonces que la película parezca estar rodada ex profeso en algunas escenas para forzar algunos de los más ridículos chistes ‑a la par que de los más efectivos- que acontecen a lo largo de todo el metraje. La idea que articula Allen no sirve para destruir o descomponer el discurso de la película original, sino para re-orientarlo sin cambiarlo de forma radical permitiendo así que siga siendo la misma película en un sentido material, pero que se comporte en sí de un modo diferente. El mayor logro de la película es su capacidad para que, a través del montage, se articule una nueva idea, profundamente propia, que sin embargo estaba totalmente ausente de la construcción anterior de la misma.
El interés radical que esto puede suscitarnos es precisamente hacernos entender como el sentido no es connotativo a la idea misma del autor que lo construye, sino a la forma de construir la idea en sí que en éste se produce. Igual que Woody Allen asimila la película original y la re-construye a su antojo, cuando asistimos a una película nosotros remontamos de forma creativa en nuestra mente la película para dotarla de un sentido ulterior a través del cual justificar lo acontecido. Esta clase de montage es, en último término, el proceso que acontece en la mente de todo individuo al asistir al visionado de una película; el sentido se construye a partir de la realidad material de la película, y no a partir de la idea misma del autor, pues necesariamente la idea construye su propio sentido a través de lo cual asistimos. En el caso de What’s Up, Tiger Lily? esto viene codificado por la idea del cine que tiene Woody Allen que, como nos resulta tan única e inalterable, la interpretamos necesariamente como tal y podemos asistir ante ella como una idea que infecta todo el metraje de la película; si el espectador es siempre el interprete de las ideas del autor de la obra, Allen esgrime su propia idea como forma única a través de la cual asimilar la idea misma en la forma de aquello que produce.
El único problema que nos surge al respecto de esto es, precisamente, la imposibilidad de Allen de sujetar su ego para impedir que acabe surgiendo como una broma privada que aun cuando reconocible no deja de ser una imbecilidad que sólo debería hacer reír a él. Todas las intervenciones directas no relacionadas ya con el montage, todas las adiciones extras y sus apariciones sin motivo, no sólo no aportan nada a la película en sí sino que desvirtúan todo el sentido de la película por su pretensión de necesidad de establecerse como único sentido de la película: la idea virológica que se desata en la película es el humor y el ego desmedido del propio Allen. Y nada más.
La única idea que se transmite, pero la única que se pretende poder ser transmitida, es la que infecta cada segundo dentro de la película en sí. Aquí no es que Woody Allen se haya apropiado de la película a través de un nuevo montage, cosa no sólo legítima si no celebrable por su ingenio, sino que tiene que incluirse a sí mismo como única idea posible en la cual se construye todo de tal manera que es un circuito cerrado donde necesariamente todo empieza y acaba en sí mismo. No hay aquí el desarrollo limpio de una idea, de la posibilidad de una idea que pueda ser construída en la mente del espectador, sino que la única idea que aquí se presenta es la del hecho mismo de es Woody Allen, que ingenioso es el cabrón; la única idea que se permite en la película es la glorificación del autor, porque de hecho no hay pretensión de posibilidad para el espectador de hacer su propia infección de lo narrado para crear su propia idea ‑para lo cual el propio Allen es muy explícito cuando se niega a hacer un resumen de la confusa trama acontecida: si no lo has entendido, te jodes, estás en mi mente, parece querer decirnos. Y por ello acontece en la furiosa masturbación de un auteur que olvida que a veces hay que dejar hablar no sólo al público, sino a la obra por sí misma.
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