la lucha por el paraíso

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La vuel­ta de un jue­go clá­si­co que ca­yo en las are­nas del ol­vi­do siem­pre es una ale­gría ma­yús­cu­la. Si ade­más es un jue­go que re­tra­ta la me­mo­ria de los me­jo­res sol­da­dos de la his­to­ria de la hu­ma­ni­dad, es más glo­rio­so aun. Así te­ne­mos el or­gu­llo de pre­sen­tar­les Eternal Champions: The New Paradise.

Siguiendo la pre­mi­sa del jue­go ori­gi­nal un gru­po de gue­rre­ros de to­dos los tiem­pos que mu­rie­ron an­tes de ho­ra o in­jus­ta­men­te se en­fren­tan en un tor­neo ¿mor­tal? pa­ra vol­ver a la vi­da. Así la in­clu­sión de nue­vos mo­vi­mien­tos, un buen de­pu­ra­do de los com­bos y la in­clu­sión de breaks ha­rán las de­li­cias de los más fans del ge­ne­ro; co­mo la vuel­ta de los ci­ne­kills, aho­ra más bru­ta­les y san­grien­tos, ter­mi­na por ser la guin­da que ador­na la tar­ta que to­dos es­pe­rá­ba­mos. Un ejem­plo que pu­di­mos pre­sen­ciar de es­to úl­ti­mo fue la es­pec­ta­cu­lar, a la par que re­pug­nan­te, muer­te de Slash a ma­nos de un roc sien­do atra­ve­sa­do por vía anal en el ata­que más se­xual­men­te de­pra­va­do que se ha­ya vis­to ja­mas en un vi­deo­jue­go. Pero no pien­sen que han es­ca­ti­ma­do en la plan­ti­lla de per­so­na­jes, pues ade­más de aña­dir to­dos los per­so­na­jes de las dos an­te­rio­res en­tre­gas nos en­con­tra­mos dos per­so­na­jes nue­vos: Michel Foucault y el Tito MC.

La apa­ri­ción de Foucault res­pon­de a la ne­ce­si­dad de in­cluir al­gún per­so­na­je fran­cés cé­le­bre en la plan­ti­lla, lo cual su­po­nía una au­sen­cia gra­ve de los ori­gi­na­les. El es­ti­lo de lu­cha del fi­ló­so­fo es muy fí­si­co y se sos­tie­ne en sus ca­pa­ci­da­des de con­fu­sión; en ma­nos de Foucault to­do se sos­tie­ne tras las re­glas del bio­po­der ha­cien­do que in­clu­so los pro­pios cuer­pos de sus enemi­gos se vuel­ven con­tra ellos mis­mos. Esto, su­ma­do a su com­bo queer a tra­vés del cual se re­ge­ne­ra la sa­lud al ne­gar la exis­ten­cia de una reali­dad bio­ló­gi­ca, ha­ce que sea uno de los per­so­na­jes más te­mi­bles. Por otra par­te Tito MC fue aña­di­do por acla­ma­ción po­pu­lar al ser con­si­de­ra­do el hé­roe es­pa­ñol del si­glo XX. Después de con­se­guir la fa­ma vía you­tu­be con su mú­si­ca no tar­do en ha­cer­se un hue­co en lo más al­to de la lu­cha con­tra el 4ª Reich en­ca­be­za­do por Andorra. Ante las aplas­tan­tes vic­to­rias, e inusi­ta­da muer­te al lan­zar­se en plan­cha, sin mo­ti­vo apa­ren­te, con­tra un tan­que enemi­go se de­ci­dió ho­me­na­jear­lo con su in­clu­sión en el jue­go. Su es­ti­lo de lu­cha es rá­pi­do aun­que po­co con­tun­den­te lo cual sol­ven­ta con lo que le hi­zo gran­de en la reali­dad: su ata­que a dis­tan­cia. Al can­tar Tito MC in­ca­pa­ci­ta to­da ac­tua­ción de sus enemi­gos apro­ve­chan­do esa ven­ta­ja pa­ra aca­bar con ellos.

De lo que no ca­be du­da al­gu­na es que SEGA es­tá vol­vien­do a sus raí­ces, res­ca­tan­do al­gu­nas de sus me­jo­res fran­qui­cias y ha­cien­do jue­gos dig­nos de su an­ti­gua gran­de­za. Las bru­ta­les lu­chas que se des­atan en es­te jue­go no han co­no­ci­do pa­ran­gón y no exa­ge­ro si di­go que es­ta­mos, pro­ba­ble­men­te, an­te uno de los jue­gos más sal­va­jes de la his­to­ria. La ju­ga­bi­li­dad y el ex­ce­so co­pu­lan fe­li­ces an­te ti.

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