lo que no se puede decir (lógicamente) es lo verdaderamente importante

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La po­si­ble la­bor di­vul­ga­ti­va del có­mic al ser un me­dio po­pu­lar ca­paz de trans­mi­tir con­cep­tos com­ple­jos des­de la sen­ci­llez que pro­por­cio­na un ali­vio vi­sual es­tá po­co ex­plo­ta­da. Aunque no se pue­de ne­gar que exis­te vo­lun­tad de ello, un ejem­plo son los man­gas so­bre gran­des obras de la fi­lo­so­fía, no es al­go que nos en­con­tre­mos con la nor­ma­li­dad de­sea­ble. Y con te­mas tan den­sos co­mo con la ló­gi­ca te­ner una guía in­tro­duc­to­ria de fá­cil di­ges­tión se ga­na­ría mu­cho. Y ese lu­gar vie­ne a ocu­par Logicomix.

Siguiendo la vi­da de Bertand Russell des­de su in­fan­cia has­ta su con­fe­ren­cia en EEUU en el mo­men­to de la de­cla­ra­ción de gue­rra de la Alemania na­zi no só­lo nos en­con­tra­mos una sín­te­sis de la his­to­ria de la ló­gi­ca, sino de la bio­gra­fía de sus dos más apa­sio­nan­tes ex­po­nen­tes. Son dos, por su­pues­to, ya que ten­drá una im­por­tan­cia ca­pi­tal aun­que bre­ve un Wittgenstein que se­rá la an­tí­te­sis ab­so­lu­ta del afa­ble y de ten­den­cias cla­ra­men­te li­ber­ta­do­ras que es Russell. Se nos pre­sen­ta así co­mo un en­tra­ña­ble sli­ce of li­fe fi­lo­só­fi­co don­de, a su pe­sar, más que cla­ri­fi­car las ideas bá­si­cas de la ló­gi­ca ayu­da a des­en­tra­ñar al­gu­nos pa­sa­jes bio­grá­fi­cos que acla­ran en gran me­di­da la lec­tu­ra pre­via de los li­bros en los que se ba­sa. Por ejem­plo las de­cla­ra­cio­nes de Wittgenstein an­te el Circulo de Viena, bas­tan­te me­nos agre­si­vo que en la reali­dad, son una ex­ce­len­te no­ta acla­ra­to­ria de su fi­lo­so­fía de­sa­rro­lla­da en el Tractatus pe­ro no de­ja de es­tar ca­ren­te de sín­te­sis del dis­cur­so de la obra. No hay ex­pli­ca­ción más allá de apun­tes bio­grá­fi­cos su­cin­tos. Pero ahí ra­di­ca su in­te­rés, el te­ner una guía ba­se pa­ra no per­der­se en­tre la ma­ris­ma nor­mal­men­te con­fu­sa de los pri­me­ros ló­gi­cos contemporáneos.

Los crea­do­res de Logicomix in­sis­ten reite­ra­da­men­te que creen que los ló­gi­cos son co­mo hé­roes y por tan­to su có­mic co­mo una suer­te de epo­pe­ya grie­ga. Muy le­jos de con­se­guir un mi­to edi­fi­can­te que sir­va co­mo ejem­plo de co­mo es o de­be ser el mun­do o las per­so­nas to­do que­da en una suer­te de no­ta bi­blio­grá­fi­ca; un en­tra­ña­ble­men­te in­tere­san­te pie de pa­gi­na. Muy le­jos de ser una in­tro­duc­ción ha­cia la ló­gi­ca pe­ro aun más le­jos de con­se­guir un có­mic real­men­te di­ver­ti­do, se que­da en esa tie­rra de na­die de la cu­rio­si­dad in­tere­san­te. La hi­bri­da­ción no siem­pre fun­cio­na en su síntesis.

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