La capa, de Joe Hill
No tienes ni idea de que hay en mi cabeza podría ser la frase que podría suscribir cualquier artista cuando cuestionan cuanto de auto-biográfico hay en su última obra. El problema de todo lo que representamos a través de lo real está atado a la interpretación de los demás, no exclusivamente a aquello que pensamos. Yo puedo tener una perspectiva muy clara al respecto de ciertos motivos particulares de un acontecimiento dado pero eso no significa que, cuando se lo comunique a los demás o, en un caso aun peor, que yo estuviera en lo cierto: la interpretación de los acontecimientos del mundo siempre está sesgada por la traducción de esos términos y por la incompletud de información que nos llegan al respecto de estos. El segundo de los casos es obvio, nadie conoce absolutamente todos los patrones posibles que puedan erigirse al respecto de un hecho dado, pero el segundo es más difuso; cuando se hace una interpretación al respecto de lo real, por ejemplo Eric de La capa acusando a su familia de destruirle la vida premeditadamente por arrebatarle la capa con la que se rompió todos los huesos, la visión vendrá determinada tanto por lo que se quiere creer que ocurre como por lo que realmente ocurre.
Ahora bien, esto es algo que se puede aplicar dentro de la cognoscibilidad común del hombre con respecto de su medio ambiente, también podríamos afirmar que ocurre exactamente lo mismo cuando hablamos de como funciona el hombre cuando aborda su propio pensamiento. Cuando a Joe Hill le proponen hacer un cómic de su relato corto La capa tenía dos posibilidades o bien hacer una traducción lo más fiel posible o bien hacer una nueva iteración a partir de la historia de la original más cercana al contexto del nuevo medio al que se dirige, él elige un punto medio que va más allá: hace una traducción fiel que reconstruye el relato a través de los medios expresivos nuevos del medio al que se dirige creando una iteración nueva al respecto del original. La capa el cómic puede leerse de forma independiente de su relato homónimo, pero sólo con la lectura al respecto de éste se comprende la profundidad del movimiento de Hill.
En el cómic nos encontramos directamente en el proceso que culmina como cenit en el relato: con Eric volando con su antigua capa e impartiendo aquello que el considera justicia. Así donde el relato nos explicaba las intimistas problemáticas particulares que sufría éste al respecto de su imposibilidad de aceptar la perdida, pues es demasiado nihilista (negativo) en su ensoñación como para vivir una vida real, el cómic se nos presenta como todo aquello que acontece cuando Eric ya se ha hecho con el poder suficiente para pasar del bufón al león, del que se queja del mundo inactivamente y el que pretende cambiar el mundo a través de la fuerza. Con la capa que le permite echarse a volar con libertad comenzará una metódica, a la par que absurda tanto por divertida como por el increíble ingenio que se esconde en la mente de Hill, venganza que acabará con decenas de muertos exclusivamente porque él puede hacerlo, porque algunos una vez pretendieron impedirle tener el poder que le hacía especial. Es por ello que su carácter reactivo le llevará a destruir de forma sistemática todo aquello que es bueno en el mundo y, especialmente, todos aquellos que fueron buenos en el mundo con él.
Si esto se nos puede plasmar así es, precisamente, por el salto desde un medio que enfatiza lo sosegado e intimista hacia un medio que permite y ensalza la más metódica consecución de imágenes dispares en ejecución. El paso al cómic de La capa permite espectaculares splash pages que en un relato ocuparían una cantidad de párrafos o páginas completamente inasumibles pero que, en el cómic, tienen de hecho su razón misma de ser en el medio; el cambio de medio no es que permita hacer una lectura diferente al respecto de la historia en una extensión equivalente, es que nos permite enfatizar cosas en un medio que en el otro quedarían completamente desfiguradas. En palabras del mítico Marshall McLuhan, el medio es el mensaje. Y eso conlleva que, de hecho, si el medio cambia el mensaje también cambia necesariamente y, por lo tanto, pretender contar la misma historia en otro medio es un absurdo imposible que no se le podría a ocurrir a nadie que conozca mínimamente los mecanismos de la ficción; Joe Hill aprovecha el salto al cómic, a la posibilidad de un mensaje diferente, para seguir reforzando todo aquello que ya nos transmitía de facto en el relato pero que aquí, de hecho, puede abordar desde una perspectiva diferente que complementa la perspectiva total del relato.
Es por ello que entender éste cómic como un spin-off, obra menos o un mero derivativo sería caer en el terror del prejuicio de presuponer que toda obra original ha de ser necesariamente una obra completa por sí misma de la cual se saca algo más allá. La realidad es que el cómic de La capa, aun entendible por sí mismo, sólo cobra su auténtica significación profunda cuando se lee en continuación del relato original que da sentido al conjunto y viceversa, el entendimiento entre relato y cómic es bidireccional en su sentido puramente corelacional. Cada una de las piezas se entienden por sí mismas, pero cada una de ellas perpetúa la lógica de la existencia de la otra que se originan en la fuente que es la mente de Joe Hill que ha permitido derivar el mismo concepto en dos cántaros diferentes: son el mismo agua, pero cada una tiene su propio espacio y forma; se complementan por disimiles, se comprenden por ser lo mismo.
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