A pesar de todos los prejuicios que podamos tener con respecto del Sur hay algo que podemos decir sin ningún lugar a dudas, y que a su vez cantarían Lynyrd Skynyrd: es una tierra de hombres sencillos. La promesa a una madre, a una mamá, de que jamás se dejará seducir por los excesos de la vida capitalista es la premisa de una canción de raigambre extremadamente sureña. Como de otro tiempo, porque de hecho el sureño es una entidad hija de otro tiempo, nos dictan unos valores completamente ajenos a los del capitalismo: no desees nada más que aquello que necesites; vive con lo necesario e ignora lo superfluo. Esta herencia cuasi budista se expresa en la búsqueda del amor y de aquello que nos haga feliz, prescindiendo de las superfluas mercancías fetichizadas del capital. El hombre del sur, aun muy cercano con la tierra, conoce el auténtico placer de conocer sus deseos sin estar eternamente mediados por un mercado.
En la era de la aceleración, la mamá sureña nos recomienda no vivir demasiado rápido pues los problemas tal y como vienen pasarán. No hay que dejarse llevar por la necesidad del aquí y ahora, enzarzarse en búsquedas exquisitas del ya, sino que hay que saber dejar al tiempo actuar sólo, aun cuando esté mediado por nuestras acciones. Pero es que justamente es ahí donde podemos aprender cuales son nuestros flujos deseantes: sólo cuando dejamos que el tiempo vaya descodificando nuestras acciones, alejadas del sentimiento de inmediatez de los mercados, podremos descubrir que es lo que realmente necesitamos; deseamos. Todo lo que necesitas está en tu alma, dice nuestra mamá sureña. No hay nada que no puedas conseguir sino es con tu tesón y no hay deseo que provenga de tu corazón que no puedas descubrir como satisfacerlo por ti mismo. Y si haces esto no sólo serás un hombre sencillo, sino que te comprenderás a ti mismo y cuales son tus auténticos deseos.
El sureño, la idea del mismo, es un hombre digno de admirar porque siempre intenta ser lo más sencillo posible. No busca lo que los mercados le dictan, lo que la televisión le insta o lo que los otros le incitan, él sólo necesita el tiempo de introspección adecuado para conocer aquello que realmente desea para sí. Por eso el sureño es el auténtico hombre de amor, porque no ama la vida por estar vivo, sino que vive porque ama la vida. Mamá, lo estoy haciendo lo mejor que puedo.
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