La música os hará libres, de Ryuichi Sakamoto
La relación de Sakamoto-sensei con la música, no así con otras formas de arte, es errática y ligeramente problemática. Sin un amor sustancial primero por la música el verse arrojado hacia la composición fue más una cuestión de suerte, de una concatenación de casualidades, que de una auténtica pasión primera por la música. Su relación comenzó en el parvulario cuando, teniendo que componer una pieza a piano, hizo una canción sobre un conejo; le incomodó horrores. ¿Por qué una persona compone una canción? Al hacerlo se cristaliza una visión, una opinión o un sentimiento trayéndolo al mundo. A través de la música lo que antes era privado, exclusivo de ciertas formas particulares del Yo, se trastorna en una mímesis creacionista que origina una realidad patente de mi visión del mundo en los demás. A través de todo lenguaje, y eso incluye el lenguaje musical, el Yo se representa en el mundo.
¿Esto significa que no existe una Realidad patente, que no existe el mundo antes del Yo ‑no necesariamente un Yo en particular, si no que valdría cualquier Yo fuera cual fuere este-? No. La realidad existe como inmanencia, como realidad observacional, pero a través del lenguaje (natural o musical) mediamos a través de él y lo (re)construimos cargándolo de significado.
El lenguaje, como bien explicita Sakamoto-sensei, produce objetos completamente dispares a los representados que, sin embargo, contienen su esencia básica dentro de sí. Cuando creamos una canción sobre un conejo, como es el caso de Sakamoto-kun, no hay ningún parecido real ‑inmanente, obvio y extrapolable per sé- en la composición del conejo y el conejo en sí. Sin embargo, en tal composición hay una relación composicional en la cual la representación musical del conejo es una construcción de la idea de conejo y, a la vez, una representación del conejo que ha inspirado esa obra. Es por ello que cuando nosotros construimos una canción ‑pero no sólo, también cuando desarrollamos un concepto en cualquier medio culturalmente dado- estamos creando una relación simbiótica en el que la imagen real (el conejo) se relaciona con una imagen bipoyética que es tanto real (es una representación de ese conejo) como ideal (es representación de todos los conejos que han existido o existirán); es una relación incidental, no necesaria, que produce una nueva conformación en el mundo que, a su vez, reafirma la presencia real de la entidad ya antes presente en el mundo. El arte perpetua tanto las visiones del Yo de conceptos dados como la imagen sustancialmente real de esos conceptos.
Por eso Sakamoto-kun siente como algo raro el componer una canción sobre un conejo: está construyendo realidad pero, a su vez, está instalando soportes de sujeción para un concepto igualmente Real. Cuando nosotros componemos una obra, repensamos un concepto y lo lanzamos al mundo, estamos poniendo una parte de nosotros en el mundo a través de ese concepto que hemos modificado con nuestra visión del mismo. Lo que nace como algo privado, propio de un Yo aislado del mundo, se convierte en universal cuando se deja en libertad en el mundo después de inocularle nuestra visión del mismo.
Y en algunos casos, los más singulares de todos por su excepción, esa visión del mundo acaba por universalizarse porque se asume nuestra visión como una visión universal compartida con el mundo. Por eso la música, el lenguaje, es un ejercicio siniestro de configuración de un amor más profundo que el Yo mismo.