solitude & amore / colores prohibidos (y III)

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La mú­si­ca os ha­rá li­bres, de Ryuichi Sakamoto

1.

Sakamoto-sensei ama la mú­si­ca a tra­vés del des­vío (ne­ce­sa­rio) que pro­du­ce su acer­ca­mien­to des­de la pers­pec­ti­va li­te­ra­ria; aun­que afir­me sen­ti­da­men­te que no es un es­cri­tor, sino un mú­si­co, de­mues­tra te­ner una sen­si­bi­li­dad emi­nen­te­men­te li­te­ra­ria. El es­ti­lo pai­sa­jís­ti­co de la mú­si­ca, ese do­tar de fi­si­ca­li­dad al va­cío, se pier­de en Sakamoto-sensei en fa­vor de una es­te­ti­za­ción de teo­rías for­ma­les. Éste no ar­ti­cu­la es­pa­cios que re­lle­nan el va­cío (fí­si­co y mu­si­cal) im­pen­sa­ble a tra­vés de la mú­si­ca, au con­tra­ire re­de­fi­ne ese va­cío co­mo va­cío en sí que es pen­sa­ble por si mis­mo. Cuando Sakamoto-sensei com­po­ne una pie­za no lo ha­ce con la in­ten­ción de re­tra­tar el mun­do (pic­to­ris­mo) ni de pa­vi­men­tar lo im­pen­sa­ble en la hu­ma­ni­dad (hu­ma­nis­mo) pues ex­clu­si­va­men­te pien­sa el va­cío co­mo ob­je­to ajeno de to­da no­ción de cons­truc­ción si­tua­do fue­ra de sí (fi­lo­so­fía).

2.

El acer­ca­mien­to de Sakamoto-sensei ha­cia el zen ja­po­nés fue a tra­vés de la vi­sión oc­ci­den­ta­li­za­da del mis­mo, ¿co­mo en­ton­ces pue­de com­pren­der que es el zen de un mo­do pro­fun­do? Porque el zen no es (y ni si­quie­ra no es), só­lo se da de for­ma in­ma­nen­te e in­de­pen­dien­te de las con­tin­gen­cias da­das del es­pí­ri­tu del hombre/mundo.

3.

Arrebata al ser,
si te en­cuen­tras al Buda
cór­ta­lo en dos.

4.

La Nada Absoluta la des­cu­brió Sakamoto-sensei gra­ban­do so­ni­dos de los cas­cos po­la­res en la Antártida, pe­ro ade­más lo hi­zo en dos ni­ve­les. Descubrió la mis­mi­dad ab­so­lu­ta de un hi­lo en per­pe­tua evo­lu­ción que de­vo­ra, ab­ne­ga en sí mis­mo to­do, re­la­cio­nán­do­se de for­ma cons­tan­te con el mun­do de una for­ma que se su­po­ne que só­lo el hom­bre es­tá con­si­de­ra­do a prac­ti­car; el hie­lo se re­la­cio­na con el mun­do, con la tie­rra y el agua en una re­la­ción ob­je­tual ne­ce­sa­ria aje­na a to­da mi­ra­da. Si eso es el zen tam­bién lo se­ría co­mo Sakamoto-sensei se de­ja arras­trar pa­ra tal pro­yec­to: el no quie­re ir pe­ro va por­que le ins­tan a ello. Su inac­ción se con­vier­te en una cons­truc­ción en la que el te­dio que lo inun­da to­do por iner­cia, por ne­ce­si­dad, es la me­dia­ción con­na­tu­ral en­tre Hielo-sama y Sakamoto-sama; am­bos son La Nada que son pe­ro po­drían no ser, que no son pe­ro po­drían ha­ber si­do, que po­drían ha­ber si­do pe­ro acontecieron.

5.

El mun­do es­tá sufriendo.

6.

¿Quien es el ciu­da­dano del mun­do? es una pre­gun­ta cap­cio­sa que su­po­ne no ha­ber en­ten­di­do na­da de lo an­te­rior. La pre­gun­ta más ade­cua­da es pre­gun­tar ¿quien no es par­te ra­di­cal in­ma­nen­te del mun­do? La res­pues­ta de es­ta pre­gun­ta res­pon­de­rá quien/que es el ciu­da­dano del mun­do, pe­ro tam­bién quien/que con­for­ma la in­ma­nen­cia del mun­do más allá de la in­va­ria­bi­li­dad del mun­do en sí mismo.

7.

¿Qué so­ni­do ha­ce el mun­do cuan­do no hay na­die pa­ra escucharlo?

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