El deseo muere en el mal de archivo. Sobre «The Guest» de Adam Wingard
Entre el deseo y su cumplimiento existe una distancia mayor que la mera acción. Aunque en el ámbito de la satisfacción personal resulta evidente, ya que desear algo y llevarlo acabo implica ser capaces de discernir incluso qué es exactamente lo que deseamos, es particularmente problemático en lo creativo; tener ideas, saber lo que se debe hacer para llevarlas a buen puerto, no nos hace automáticamente capacitados para lograrlas. Es diferente ser racional que saber hacer uso de esa racionalidad. Buenos teóricos pueden ser creadores nefastos, del mismo modo que existen buenos creadores sin dotes de crítico, porque en toda realización está implícita la necesidad de concretar algo que nace como abstracción pura. El deseo es abstracto, inconcreto, por eso llevarlo hasta lo figurado, lo concreto, tiene más que ver con la práctica y el ensayo y error que con la teoría: un mismo pensamiento son tantos como personas lo piensan.
En la era de Internet, del archivo infinito, del océano de botellas con mensaje sin playas donde arribar, hemos perdido la perspectiva histórica. En tanto lo underground y lo mainstream tienen el mismo tratamiento, el mismo espacio espacio disponible, recrear el pasado implica, necesariamente, distorsionarlo: creamos visiones totalizadoras, inconcebibles en tanto en la época jamás pudieron cruzarse de ese modo las diferentes corrientes culturales, pretendiendo que son un todo más lógico, más coherente, de lo que nunca fue. Ni los involucrados hubieran querido que lo fuera. El ejemplo más radical de esta situación se da con nuestra perspectiva de los 80’s, en boga a través de su reciente revival. Tenemos como ejemplos paradigmáticos Drive, Hotline Miami o Random Memory Access —por poner sólo tres ejemplos ya clásicos que, a pesar de abrazar la retromania, tienen una calidad indiscutible— para recrear 80’s ficticios, 80’s imposibles, que sin embargo celebramos como genuinos. Incluso cuando lo más cerca que hemos podido estar de aquel entonces fue pasando el tiempo en el colegio o en la cuna. Si es que siquiera habíamos nacido.