también me dejé seducir por el amor y la violencia
La sociedad contemporánea, como adalid de la producción de los afectos, circunscribe el deseo a la lógica de la producción: el deseo es construido desde el exterior. De éste modo el hombre contemporáneo no sabe que desea, pues sólo se deja llevar por aquello que se induce a desear. Pero Sebastien Tellier nos daría una pista de como acabar con esta situación en su tema “L’Amour et la Violence”. Cuando Tellier nos dice, muy inteligentemente, “Dis-moi ce que tu penses / Dime lo que piensas” nos pone en la situación de una alteridad absoluta a la que cuestiona sobre su propia identidad; se sitúa como una alteridad de sí mismo para poner en cuestión su cosmovisión. Así la cuestión que venga a continuación puede ser tanto una introspección personal (“De ma vie, de mon adolescence / De mi vida, de mi adolescencia) que puede originarse como una declaración de principios con respecto de esa introspección (“Moi j’aime aussi l’amour et la violence / También me gusta el amor y la violencia). Pero en cualquier caso acaba con un cuestionamiento con ese “Dis-moi ce que tu penses” durante toda la canción. Pero muy lejos de ser un valor de producción deberíamos perseguir quizás el hecho de que sea una pura seducción.
Sebastien Tellier pone sobre la mesa un deseo de vida absolutamente cristalino. Desde el momento que hay una introspección, aunque sea en un cuestionamiento hacia el otro, ya hay un juicio con respecto de mis acciones o lo que es lo mismo, una puesta en juego del deseo; cuestionamos lo que tenemos porque el deseo es aquello que podemos tener. Por ello es importante el hecho de que también le guste el amor y la violencia pues hay algo que le gusta a priori aparte de ello, ¿el qué? La vida, o el deseo. Porque la vida no es más que la acumulación de una sucesión de deseos cumplidos, o incluso frustrados, bajo el prisma de una identidad propia sobre la cual se erigen. Esta identidad entonces puede seducirse, permitir que encajen sólo los deseos que apremien en ella, o producirse, permitir que se introduzcan toda clase de “deseos” externos, lo cual hará de esa identidad o bien una entidad autónoma o una identidad molecular. Pero para Tellier está claro que para él lo que vale es el amor y la violencia, aquellas cuestiones que tienen que ver con dejarse seducir por aquello que es propio de la identidad alejada de la producción de los afectos.
Cuando en el remix de la canción de Boys Noize vemos a una chica a la deriva, como una entidad nomádica, nos están presentando esa actitud de amor absoluto por la vida; de dejarse seducir por el mundo. El mundo es un lugar violento, en tanto está en permanente cambio, pero en esta violencia está todo cuanto se pueda amar, incluso el amor mismo. Lo demás son producciones de afectos tan falsas como instigadoras de una identidad devenida en no-muerta.