Aceleración
Lo que más llama la atención de Black Mirror, al menos en primera instancia, es como pone en su origen una aceleración súbita de los actos: todo cuanto ocurre en la serie es inmediato, sin posibilidad de reflexión; toda acción exige su respuesta inmediata, provocando así que el mundo esté en un movimiento perpetuo que contraviene todos los intereses personales. Esa aceleración no significa necesariamente que toda elección deba acontecer en la inmediatez absoluta, sino que esa inmediatez es mediada como parte de la elección. Cuando Michael Callow, el primer ministro de Inglaterra, tiene que mantener relaciones sexuales con un cerdo para salvar la vida de una encantadora princesa concienciada con los problemas mundanos —lo cual no deja de ser una muestra de lo inmediato: ser princesa no excluye estar concienciado con los problemas mundanos (porque no hay distancia icónica con lo cual juzgar lo propio de la realeza), como no excluye su condición inmediata de princesa: lo que preocupa es que es La Princesa—. Cuando el caballero andante se convierte en un folla gorrinos en favor de la dama, nos sabemos en un proceso suicida hacia el impacto mortal.
Cuando un hombre elige entregar el trabajo de una vida de su hermano muerto y el suyo propio para dar una oportunidad a una mujer que apenas sí conoce porque le ha revelado algo real, nos situamos exactamente en el mismo nivel simbólico: la apreciación es inmediata, se exige una recompensa o un castigo al instante. No hay posibilidad de retrasar la elección, de pensarlo, de disfrutar siquiera de aquello que nos ha provocado. El fenómeno se diluye en el consumo directo, en el trabajo encarnado como demostración de amor; si todo ocurre al instante, toda demostración debe darse en aquello que puede darse en el instante: follarse un cerdo, un discurso ante la amenaza de suicidio, un asalto con agravantes a la memoria de un ex-novio.