Joker, de Brian Azzarello
EL sueño de la diferencia produce locos, pues no hay convicción más peligrosa que aquella que dicta que alguien sufre alguna clase de profundo desequilibrio mental que le imposibilita para vivir en sociedad —o, lo que es lo mismo, los mecanismos de control usados por diferentes formas del poder para obliterar las formas no-normalizadas del pensamiento. Si bien Michel Foucault, influenciado por y siendo parte de el movimiento anti-psiquiátrico, ya denunció de un modo radical el por qué la psiquiatría clínica, que no otras formas psiquiátricas contemporáneas no hegemónicas, tiene unos usos que tienen más que ver con actos políticos que con la búsqueda de la salud sobre la enfermedad, esta lucha sigue siendo vigente hoy de una forma absolutamente radical. Para comprobarlo no nos hace falta acudir a las reivindicaciones de los colectivos de sexualidades divergentes, los cuales aun celebran su última victoria en el constitucional de poder atarse entre sí como les plazca, tanto como a un mundo mucho más juvenil e inmediato: DC; ¿qué imagen se da en una de las dos mayores super-potencias del cómic a los personajes con desequilibrios mentales?
Si pretendemos responder esta pregunta, partiendo de hecho de que toda representación cultural masiva es siempre una idea que está presente o se pretende imponer como presente dentro de la sociedad, entonces la representación de la locura más pertinaz la encontramos en la figura del Joker. Psicótico peligroso, guasón perturbado que se permite hacer chanza incluso al borde de la muerte propia o ajena, penetrar en su mente parece un imposible tan radical como pretender entender el significado de los pensamientos de alguien que nos es absolutamente ajeno; el Joker no es sólo un loco, es el paradigma último de loco: es tan diferente, sus actos son tan incomprensibles y absolutamente caóticos, que no podemos aprehender su pensamiento más allá de calificarlo como imposible de comprender, como absolutamente loco. El Joker es el arquetipo de lo que no es cuerdo, de lo que no es normal, y por tanto según la representación que se haga de éste podremos comprender la idea específica que se produce al respecto de lo divergente en nuestro tiempo.