El mesías ideológico es la fuerza a destruir por la violencia divina de la ética
Punisher: War Zone, de Lexi Alexander
Aunque el concepto de mesías está muy alejado de nacer al tiempo que el cristianismo, la realidad es que la asociación básica que hacemos al respecto de esta figura es siempre con esta religión. Esto es lógico y natural en tanto nuestra cultura está mediada, para mal, por un cristianismo de fuerte arraigo institucional, lo cual produce que cualquier posibilidad de concebir una suerte de mesías ajeno a una concepción cristiana nos suene simplemente absurdo; el mesías será cristiano o no será. La realidad es que aunque Jesucristo sea el modelo base de toda concepción paneuropea, no deja de ser nada más que el molde a partir del cual se definiría una clase particular de mesías: el mesías ideológico — desde la figura marxista del individuo que trae el comunismo al pueblo hasta la randiana perspectiva del hombre auto-suficiente hay una multitud de ideologías, de visiones ideológicas, que asumen el mesías como condición necesaria de cualquier cambio existencial no en el mundo, sino en el modo de pensar del mundo. Eso es lo terrible de los mesías institucionales, que detrás de su ideología sólo se esconde la imposición de un modo de pensamiento y no un cambio real en sí.
Ahora bien, un mesías no tiene por qué ser necesariamente una fuerza disruptiva que se ejercite en el pensamiento ‑cosa que sólo acontece en una actividad ideológica, en un cambio pretendido en la ausencia total de cambio- ya que, cuando prescinde de su institucionalidad yacente, deviene en una fuerza de cambio por sí misma: el auténtico mesías no es ideológico, sino ético. En oposición a la fuerza impositiva del status quo formulado como falso cambio ‑falso cambio porque, de hecho, sólo cambia el centro de pivotaje del poder; hay pensamiento de cambio, no acción de tal- de un imbécil como John Galt, presunción perfecta de la fuerza reactiva cristiana infiltrada hasta las formas más extremas del capitalismo, encontramos el mesianismo de la acción propia de Frank Castle; donde el mesías ideológico elucubra, promete y simplemente se pone en el centro de toda virtud, el mesías ético se tortura en un tour de force imposible de destrucción de destrucción: Frank Castle es una entidad mesiánica ética no por tener un pensamiento puro, sino por violento.