El arte es la síntesis entre lo que conocemos y lo que no sabemos conocer del mundo
Carnage: Mindbomb, de Warren Ellis
Cuando uno nace de forma asexuada de un simbionte alienígena con querencia por el asesinato y se mezcla con la sangre de un hombre condenado a una triple cadena perpetua por sus abyectos crímenes el nombre más lógico que uno puede adquirir será el de su estatus favorito de la realidad: Matanza. Y no es menos lógico que, una vez capturado ‑aunque, para hacer honor a la verdad, se pasa más tiempo en fuga que practicando la fina práctica de la defunción ajena‑, un psiquiatra del FBI quiera evaluar los daños mentales que puede sufrir el enajenado Cletus Kasady a causa de la hibridación padecida con el simbionte espacial. Bajo este prisma se nos presenta un cómic sencillo, onírico, plagado de viscerales masacres (imaginadas) que no dudará ni un segundo en desplegar toda una suerte de referencias del carácter ctónico del simbionte ni la posibilidad de adentrarse ne la psique más desequilibrada de la historia del mundo del cómic. Lo cual jamás será poco.
¿Qué hay en la mente de Cletus Kasady entonces? Según nos deja entrever Warren Ellis, probablemente único artífice posible de un cómic que tratara sobre la introspección de una mente homicida en fuga, en su interior sólo se encuentran los delirios paranoides de un psicópata morboso por la sangre; lo único que contiene la mente de Kasady es un monstruoso caos interno, una naturaleza monstruosa, que le conduce necesariamente hacia la consecución homicida de todos sus planes vitales. La única conclusión posible que el psiquiatra puede extraer antes de ser arrojado al psicótico mundo de la mayor amenaza pública conocida por la humanidad hasta el momento es que toda la vida de uno se sustenta bajo el instinto del otro; todo lo que Kasady racionaliza de forma intelectiva está motivado, a su vez, por las percepciones instintivas, intuitivas si se prefieren, de la inteligencia primitiva del simbionte: ellos no son dos que unen fuerzas, ellos son la síntesis de un mismo ente. No existe diferencia entre el instinto y la razón del hombre comprometido con su principio vital, lo cual podríamos definir, en palabras de Matanza, de un modo particularmente interesante: el asesinato, su principio vital ulterior, es arte.