el humor no conoce de limites ni de aranceles
Hablar de humor en España, desde hace ya varios siglos, es invocar una utopía relegada a un eterno underground pues siempre es desterrado a los márgenes de la cultura oficial. Cualquiera que intente destacar, que pretenda tener una voz propia en el panorama español, deberá alejarse de forma taxativa de cualquier pretensión de realizar un humor que no sea lampiño; limpio de toda sospecha. Esto mismo que lleva a la reciente condena mediática al sin par Nacho Vigalondo llevó a sufrir el ostracismo al aun más único Enrique Jardiel Poncela. Y por eso, en estos ya eternos tiempos oscuros, es importante recordar una novela tan inteligente como Amor se escribe sin hache.
En esta genial obra Poncela subvierte los códigos de la novela romántica, tan en boga aun hoy, para llevarlos hasta su extremo más absurdo y desquiciado. De este modo seguimos la historia de la joven Sylvia, una muchacha que irá cayendo en los brazos de unos y otros; haciendo desgraciados a quienes se comprometan con ella cuando antes los hizo dichosos. Aquí no encontraremos una pizca de amor como un hecho edificante ni muchísimo menos un retrato amable de que es o pudiera ser el hombre o la mujer. Claro que también habría que considerar desquiciados a aquellos que crean que en las novelas románticas se da un retrato real de las personas y sus relaciones. Debido a que los anteriores sujetos abundan, este folletín nos da un retrato irónico de como realmente las personas ven las cuestiones de género y el amor: las mujeres son imbéciles o mal intencionadas; los hombres, ingenuos y débiles; y el amor, una patraña que se invocan los unos a los otros para mantenerse en un engaño perspicaz.