La vida antigua fue toda silencio. En el siglo diecinueve, con la invención de las máquinas, nació el Ruido. Hoy, el Ruido triunfa y domina soberano sobre la sensibilidad de los hombres. Durante muchos siglos, la vida se desarrolló en silencio o, a lo sumo, en sordina. Los ruidos más fuertes que interrumpían este silencio no eran intensos, ni prolongados, ni variados. Ya que, exceptuando los movimiento telúricos, los huaracanes, las tempestades, los aludes y las cascadas, la naturaleza es silenciosa.
El arte de los ruidos, de Luigi Russolo
Aun cuando Russolo hablaba de ruido pensando en el aspecto sonoro, en el ámbito informacional también estamos rodeado de un crisol ruidista que contrasta con lo que antes era quietud. La predominancia del silencio en tiempos pasados hacia fácil conocer lo que era armónico con respecto de la naturaleza, ya que lo que interrumpía el silencio era fácil notar si era mejor que el silencio: ante la ausencia de discursos, crear un canon inviolable que tuviera mínimas, además de lentas en su adopción, variaciones, era la posición más cómoda para comenzar a edificar el conocimiento de lo real. Toda información útil que se transmitía, toda la música, estaba compuesta de sonido. Aunque sería insensato decir que en otras épocas no se conocía el ruido, como si el gritos o el cuchicheo hubiera nacido con la imprenta —que como primera máquina no-humana de amplificación, antes de ella sólo había copistas, ya multiplicaba tanto el ruido como el sonido; cuanto más masivo es el medio, más difícil es regular su canon — , las consecuencias de sus ruidos no eran tan notables como hoy: se podía afirmar que el gobernador tenía una amante, pero era sólo ruido inocuo; cuando hoy se dice que el gobernador tiene una amante, el sonido le moverá directo hacia la renuncia de su puesto. Ha evolucionado la consideración que tenemos del ruido.
Si entendemos «sonido» por «información fehaciente» y «ruido» por «interferencias comunicacionales», entonces podríamos aplicar la tesis de Luigi Russolo al conjunto de nuestra sociedad. Pero también comprender su tesis. Por eso cuando decimos que la imprenta es la primera máquina amplificadora, estamos también resumiendo que ésta no es más que la mecanización de una actividad humana que se da desde antes de su existencia: la repetición de información, la comunicación. La imprenta, como el copista, comunica de lo importante al resto del mundo. El problema es que cuanto más masiva sea la producción de esa comunicación, menos fehaciente será: el monje copista genera poco ruido, porque tiene un conocimiento y un interés personal específico en aquello que transmite; el impresor genera bastante ruido, porque busca un interés comercial que manipula la comunicación; el usuario de Internet genera muchísimo ruido, porque vive en una infinita conexión solipsista: vive para comunicar(se). Cuanto más capacidad sonora tiene una máquina, también aumenta la cantidad de desechos, de ruido, que ésta genera.