no hay interpretación absoluta para las manchas de sangre
Aunque la mayoría de las personas se obcequen en creer que existen realidades absolutas sin ningún tipo de relativismo la verdad es que, en la mayoría de ocasiones, todo se rige bajo una profunda escala de grises. Esto es así porque, aun cuando diéramos por hecho que existe una “Realidad cultural humana”, el ser humano es incapaz de reunir todos los puntos de vista de una misma cuestión para contrastarlos y sacar una conclusión preclara; aunque exista La Verdad siempre se verá supeditada a la imposibilidad de tener toda la información necesaria para evaluar los hechos. Bajo esta premisa deberíamos ver el antepenúltimo delirio de Yoshihiro Nishimura, “Vampire Girl vs. Frankenstein Girl”.
El día de San Valentín es común entre los japoneses que las chicas les regalen chocolate a los chicos por quienes sienten alguna clase de amor ‑el cual, por otra parte, no tiene porque ser romántico‑, lo cual hace de esa festividad un momento importante en las relaciones interpersonales niponas; a través del mercantilismo cristalizan los flujos sentimentales. Y, por eso, Mizushima recibirá de regalo un pequeño bombón de chocolate relleno de la enigmática Monami. Si él no saliera con la hija del vicedirector, la gothic lolita Keiko, el bombón no estuviera relleno de sangre y Monami no fuera una vampiro con una edad indeterminada no se iniciaría la cruenta batalla que estará apunto de comenzar. Todo, al final, no es más que una competición sentimental por ver quien se queda con el corazón del chico, si Keiko o Monami, pero sin tener en cuenta en momento alguno la opinión del mismo. Así se nos heroifica la figura de la vampiro confrontado unas fuerzas del mal que, en último término, sólo son el mal porque se oponen a sus deseos.