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The Sky Was Pink

el atrevimiento de la infancia

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El black me­tal es­ta re­na­cien­do y ne­gar­lo se­ría ab­sur­do. Tenemos pro­pues­tas clá­si­cas con el res­ca­te de un so­ni­do que ha­cía años que no se es­cu­cha­ba con tan pro­ce­lo­sa eje­cu­ción. A su vez en­con­tra­mos el te­rror de los trve, la di­ver­si­fi­ca­ción. Así el gé­ne­ro es­tá ba­san­do su ac­tual su­per­vi­ven­cia y di­fu­sión en­tre los pro­fa­nos con fu­sio­nes con otros gé­ne­ros. Y una de los ca­sos más alu­ci­nan­tes de es­to se­gun­do es Parabstruse.

Este pri­mer pro­yec­to en so­li­ta­rio del sino-americano Garry Brents es un ejem­plo de la pul­cra ex­pe­ri­men­ta­ción que es­tá su­frien­do el black me­tal. Tomando co­mo ori­gen el cam­bio de Ulver ha­cia la elec­tró­ni­ca de van­guar­dia, cuan­do aun guar­da­ban ras­gos de­fi­ni­to­rios del gé­ne­ro, crea un so­ni­do so­ber­bio. Lejos de amo­res cul­pa­bles des­plie­ga una va­rie­dad in­fi­ni­ta de gu­tu­ra­les con ecos, gui­ta­rras con rit­mos blac­kers y ba­te­rías car­ga­das de la os­cu­ri­dad pro­pia del ne­gro me­tal. Mientras va en­tre­te­jien­do una fi­na te­la de in­fluen­cias, es­pe­cial­men­te un post-rock cer­cano al tra­ba­jo de Mogwai o, in­clu­so, Labradford. Todo es­to rea­li­za­do con una ele­gan­cia y un fer­vor que so­bre­pa­sa eti­que­tas y gé­ne­ros, aun­que so­mos ca­pa­ces de ras­trear los so­ni­dos y sus in­fluen­cias no po­dría­mos sus­cri­bir­lo den­tro de gé­ne­ro al­guno. Y es que es­to es un so­no­ro gol­pe so­bre la me­sa. Con Parabstruse, Brents, acier­ta de pleno en el co­ra­zón de la ex­pe­ri­men­ta­ción al di­sec­cio­nar y re­mon­tar con per­fec­ta ar­mo­nía los ele­men­tos pro­pios de ca­da una de sus in­fluen­cias. La de­cons­truc­ción a la cual so­me­te a los gé­ne­ros a los cua­les se acer­ca da un re­sul­ta­do asom­bro­so que nos de­vuel­ve imá­ge­nes nos­tál­gi­cas de una in­fan­cia que nun­ca nos aban­dono. Y es que su dis­co, Old Sentimental, no es na­da más que eso, un can­to nos­tál­gi­co, tierno y dul­ce de la ar­qui­tec­tu­ra im­po­si­ble de la ima­gi­na­ción de nues­tras infancias.

Todos te­ne­mos un ni­ño in­te­rior que jue­ga a sub­ver­tir las con­ven­cio­na­les tan­to so­cia­les co­mo las de la pro­pia ló­gi­ca. Ese jue­go in­fan­til es el que eje­cu­ta y con el cual nos inun­da Parabstruse en ca­da una de sus can­cio­nes en una cla­ve in­ti­mis­ta. La in­fan­cia aun es hoy, apren­da­mos de ella.