murciélagos, Batman ha muerto
Los extremos siempre se encuentran próximos en tanto enfatizan valores hasta hacerlos hiperbólicos. Es por ello que si Batman y el Joker son exactamente lo mismo es porque, en último término, estar extremadamente cuerdo o extremadamente demente es exactamente la misma cosa; es el punto de pivotaje de cualquier historia de estos personajes. Ahora bien, ¿por qué ambos personajes se edifican como dos pilares base del uno con respecto del otro para defender o destruir la vida humana? Porque son el mito fundacional, el zeitgeist, del hombre contemporáneo como nos demuestra Grant Morrison en Batman RIP.
Aquí presenciamos un Batman paranoico que va en una búsqueda desesperada de El Guante Negro, una organización secreta cuya existencia es desconocida incluso para el propio hombre murciélago pero el sabe que existe. Así toda su primera parte se articula en esta búsqueda desesperada donde la lógica hipertrofiada de Bruce Banner deja paso al equivalente más lógico de aquel que sabe demasiado: la posibilidad de la conspiración; porque los datos encajan pero siempre falta algún dato para conocer La Verdad. En esta imposibilidad definitoria de llegar a alcanzar un hecho absoluto es donde se desmorona todo extremo para caer en el otro. Cuando en la segunda parte El Guante Negro lo captura y destruye psicológicamente no es por la razón que caracteriza a Banner por lo que consigue salir adelante, sale adelante por los subterfugios de su imaginación. Como un pseudo-Batman de una identidad diferente se sumerge en una imaginación-mundo que se solapa en todo instante con la realidad-mundo; la realidad y la imaginación son sólo dos formas del mismo hecho. Y es sólo hay donde consigue destruir finalmente a sus enemigos, cuando consigue aceptar que incluso la realidad ‑o la Realidad, como concepto fuerte- necesita de una dosis de su antitética imaginación para rellenar los huecos insoldables de la racionalidad humanidad.
El hecho de que Batman viva o muera es absolutamente intrascendente porque Batman no es un individuo sino que es la entidad mitológica que representa una forma de existencia contemporánea; una forma de justiciero amoral. Por eso no importa quien hay detrás de la máscara o siquiera si no hay nunca nadie detrás de ella, pues lo importante es que es un ejemplo de la conducta que cada hombre debe llevar. Pero por eso necesita fisicalizarse, porque para ser ejemplo de algo debe ser al tiempo real e imaginario para los hombres que lo siguen. La identidad que se mimetiza en la sociedad vive en el estado paradójico de la doble condición de negación y aceptación de sí.