Como cada año Jaime Delgado, también conocido como Jim Thin, al cual pueden leer en Justhat, se deja caer para traernos alguna clase de reflexión al respecto de lo que significa el terror en alguno de sus ámbitos. Este año no es una excepción y ya le tenemos aquí hablándonos de como bailan esqueletos ante la duda.
Recibí el correo de Álvaro como cada año, como ya es costumbre, y, como habitualmente, me agarró con la guardia baja. No por no saber con seguridad, pues por algo lo llamo costumbre, que ese correo iba a aparecer tarde o temprano, sino por colocarme su llegada frente a frente con una verdad que no estaba preparado para asumir: no saber qué tema tratar. Normalmente los textos surgen en mí de una idea, de un pequeño destello que sigo hasta quedar agotado y medianamente satisfecho, pero Halloween como tal y el terror en general se presentan como temas tan amplios, como un foco de luz tan potente, que tratar de distinguir un destello sin quedar cegado no puede menos que sumirme en un pequeño estado de ansiedad.
La primera opción que se presentó en mi cabeza de manera amigable fue la de hacer un relato, uno de terror puro, si acaso eso existe, un poco para desintoxicarme de los artículos críticos en los que me estaba acomodando y volver a calibrar el pulso literario, otro mucho porque una parte de mí me repetía que la única colaboración honesta para Halloween sería un relato de este tipo. Pero esa sensación agradable duró apenas un par de segundos, un par de leves cavilaciones antes de que se abalanzara sobre mí la inseguridad, penetrara el miedo a lo desconocido y me recorriera el cuerpo la falta de costumbre. Hasta explotar en mí el total rechazo. La idea de aproximarme a los relatos de terror de la forma en la que me proponía hacerlo, a través de pantanos farragosos, antiguos cementerios enrejados y noches oscuras iluminadas tenuemente por hileras de candiles pendiendo del aire como fantasmas que bailan esperando el amanecer, me pareció imposible. Me pareció increíble lograr aludir a todo ese imaginario necesario para crear la verdadera atmósfera de terror que pretendía. Me pareció inabarcable escribir algo de esa magnitud con lo que quedar satisfecho en tan pocos días. Y entonces me supe incapaz. Y la ansiedad se volvió frustración.