Desde hace ya algunos años la mayor parte de la crítica de los videojuegos, cosa que se ha extendido hasta infectar a los propios jugadores, parece tener sólo una idea en mente: la imperiosa necesidad de hacer del videojuego una nueva forma artística. Esto, que no tiene mayor sentido por sí mismo, se utiliza como un método de legitimización como si el hecho de que fueran juegos ‑actividad que, recordemos, es antiquísima y necesaria para el hombre en tanto es un método de transmisión de conocimientos- les restara valor y seriedad; el ideario del que intentar hacer de éste un arte tiene más que ver con el prestigio personal que con el hecho de sí, efectivamente, el videojuego es arte o no. Fuera como fuere, de todos modos, nos deja una interesante cuestión ante la que habría que reflexionar, ¿bajo qué perspectiva se podría comprender como arte el videojuego? Pero antes, será mejor abordar un punto que se tiende a ignorar: la diferencia entre arte y juego.
Independientemente de si el videojuego es arte o no, debemos tener presente de antemano que algo sí es con toda la posible certeza: juego. El juego, a través de su interactividad, nos enseña valores, estrategias o desarrolla ciertas aptitudes físicas o mentales, lo cual hace del mismo un método productivo de ocupar los tiempos de ocio; el juego, en tanto condición infantil, tiene una labor intrínseca de desarrollo. De éste modo los usos del juego, especialmente en la infancia, son particularmente para conseguir un desarrollo o aprendizaje adecuado de los individuos que se dirigen a la edad adulta. Todo juego es o bien un modo de camuflar el ejercicio físico o bien el ejercicio mental, cuando no ambos al tiempo. Es por eso que los videojuegos, como varios estudios han demostrado, ejercitan ciertos circuitos físicos (relación ojo-mano, especialmente) y mentales (aprendizaje de estrategia y cooperación, en la mayor parte de los casos) Pero por eso, porque el juego es un aprendizaje sobre uno mismo y sobre el mundo, no es arte; el arte es la condición creativa que retrata el mundo tal y como yo lo experimento. Y no es arte porque el juego experimenta el mundo, pero no retrata el mundo en tanto mi percepción del mismo, al menos a priori.