Los seres humanos tenemos una tendencia muy común a personalizar los hechos abstractos que asedian cada segundo de nuestra existencia. La muerte es un esqueleto con guadaña, el amor es un angelote con pañales y flechas por no hablar de que el mal es una serpiente ofreciendo manzanas por ahí. Ahora bien, ¿cual es el zeitgeist de Occidente durante el siglo XX? Sin duda alguna, Mickey Mouse.
Algo malo le ocurrió a Mickey con la llegada del siglo XXI que tuvo que pluriemplearse y convertirse además del icono infantil por excelencia en el que deberá encarrilar las almas hacia la otra vida. Y esto es así ya que, a pesar de que las personalizaciones suelen ser atemporales, el zeitgeist no conseguirá jamás sobrevivir a su propio siglo. Así él se ve reducido a un mero mensajero, intermediario entre el mundo que abandonan los que lo conocieron como luz guía de su vida y lo que haya más allá del regusto de la coca-cola regando una buena McCheese. Pero Jason nos ofrece en su breve cómic Dead Mickey una visión algo más ajustada con lo que podríamos esperar del ratón de Disney. Un embustero manipulador que se las apaña para engañar a un pardillo para poder librarse de su trabajo como portador de las malas noticias. Y es que Mickey Mouse no es sólo el zeitgeist del Occidente del siglo XX, sino que es y será siempre la solidificación de la tramposa moralina cristiana. Su muerte es sólo la muerte de su cuerpo físico pues, como los dos cuerpos del rey, la esencia de la divinidad es inmortal.
La muerte nunca juega limpio pero Mickey muchísimo menos aun. Desde aquí esperamos que haya disfrutado de sus merecidas vacaciones pues ahora le toca volver al trabajo para retomar su trono de rey absoluto de la cultura occidental. Nunca confíes en quien afirma ser instructivo y apegado a los valores, siempre esconde tras de si la mentira de sus tiempos.