Uno de los problemas más radicales para la cultura, y no sólo para la de nuestro tiempo ya que es un problema endémico que se repite en toda época, es su flagrante conversión en una máquina de crear procesos espectaculares con los cuales entretener al público. ¿Qué entendemos por entretener para que se entienda como algo peyorativo? Entretener es mantener a alguien con la guardia bajo, haciendo que tenga su cerebro lo más desconectado posible de lo que ocurre: explosiones de color, sonido e imagen se conjugan en un espectáculo que disfrutar sin cuestionar los agujeros obvios en el sentido del espectáculo; el entretenimiento no busca hacer la mejor obra posible, sólo conseguir los mejores réditos económicos. Aun a costa de sus espectadores. Es por ello que, si hablamos de entretenimiento, el mundo de la cultura debería permanecer completamente ajeno de ella, no porque ésta sea una condición negativa per sé, que lo es, sino por aquellas consecuencias que se sostienen en su exposición: anestesiar la capacidad crítica, la imaginación, la inteligencia, de aquellos espectadores que atienden éstos espectáculos. Para comprender ésto, el reboot de Star Trek dirigido por J.J. Abrams se nos muestra como paradigmático a éste respecto.
Viendo Star Trek, la nueva iteración, no es difícil averiguar cuales eran las razones específicas del por qué la obra original no fue sólo una obra de culto minoritaria, sino también un fenómeno de masas con un enraizamiento profundo en las lógicas procedurales de la, por otra parte infravalorada, cultura pop: la locura científica, la imaginación desbocada, los pequeños detalles pulidos de forma obsesiva y unos personajes bigger than life configuran un mapa (estelar) a partir del cual es posible componer, incluso, la trama más absurda o fantasiosa por su capacidad de maravilla: cada instante parece irradiar pura magia de un futuro posible, incluso aunque nos sea extraño. Aunque J.J. Abrams pueda ser considerado un genio, cosa que podría ponerse en duda, y le da un toque personal muy particular al conjunto, los mimbres de toda la mitología trekkie y los actores son el auténtico corazón de la película. No hay nada en la película que no sea la actualización a nuestro tiempo de las formas narrativas y artísticas de la serie original.