El dolor y el placer son dos caras de una misma peculiar moneda que nos toca vivir en nuestro propio día a día. El siguiente paso natural es musicalizar conjuntamente nuestro placer y nuestro dolor como método de exorcizar o evocar nuestros propios demonios. Sangre, lagrimas y semen se despliegan ante nosotros en una peculiar visión musical.
El más evidente y principal inspirador del post es el ecléctico Tortura: The Sounds of Pain and Pleasure. En sus algo más de 20 minutos se va desarrollando una combinación de golpes, gemidos, lloros y alguna risa cruel ocasional en una dementada versión BDSM del chillout; diga no a las cascadas, diga sí al sadomasoquismo. Aunque en estos derroteros nos encontraríamos al prolífico Masami Akita, más conocido como Merzbow, el cual haría dos discos conceptuales llamados Music for Bondage Performance. Música noise para ambientar sus sesiones de bondage más extremas. Pero pensar que la sexualidad más extrema se queda en grupos de una calidad musical difusa es quedarse muy atrás. No debemos olvidar que canciones como Closer de Nine Inch Nails son un mito de la música más proclive para un polvo sucio después de un par I wanna fuck you like an animal. Pero tampoco se puede olvidar la mítica Kiss de London After Midnight, una canción para los acercamientos más profundos, a golpe de pedir que te violen, en sus ambientes de siniestreo electrónico favoritos. Pero volvamos al ruidismo descerebrado.