El tratar la vida como un intento de alcanzar la perfección, o al menos, nuestros objetivos más perentorios, tiene la problemática de que siempre tendremos una vista distorsionada de lo que ocurre. Aunque delante nuestro esté ya sólo el infinito por conquistar o la más impenetrable de las mediocridades podemos caer en el engaño de que fuera justo lo contrario ante lo que estamos. Un ejemplo triste y perentorio es Nick Drake como podemos ver en el documental A Skin Too Few — The Days of Nick Drake.
De un modo cronológico se nos va exponiendo a través de los testimonios de sus familiares y amigos la vida de Nick Drake, desde su nacimiento hasta su súbita e inesperada muerte final. Aquí se hacen hincapié en dos aspectos particulares de la personalidad del músico: su capacidad perfeccionista y su profunda tendencia hacia la depresión. Con una capacidad única, casi mágica, para la guitarra nos enseñan desde el punto de vista tanto técnico como anecdótico como sus composiciones siempre se conformaban dentro de una depurada técnica. Ninguna nota estaba jamás fuera de su sitio, ningún instrumento era necesario más allá de lo que tocaba Drake; su guitarra y su voz eran el centro regidor de su universo. Pero su segundo aspecto, lo que su hermana definiría como “Nick nació con una piel de menos” siempre le lanzaría a la par que lastraría. El pensar que era un fracaso, que jamás podría llegar a nadie le motivaba a perfeccionar aun más el centro de su realidad, pero a su vez le alejaba del mundo que debía presenciar para poder seguir existiendo.