en el caos la palabra rige el mundo
Toda obra humana que exista bajo el cielo que se haya creado en algún momento del tiempo nos habla, irremisiblemente, de la biografía del propio autor. No existe la inspiración exógena para el ser humano, lo cual hace que todo artefacto cultural nos hable necesariamente de la visión del mundo de su autor. El autor moldea la realidad a su paso dándole las formas idealizadas que hay en su mente; el artista es siempre un arquitecto que da forma al mundo en tanto su idea de como es o debe ser el mundo. En tal caso no de los más interesantes edificadores del cosmos sería Grant Morrison, como nos demuestra en el documental sobre su figura: Talking with Gods.
La vida de Morrison, bastante interesante por sí misma, nos ayuda a acotar los límites de cada obra que produce. Así es interesante leer Flex Mentallo como reminiscencias de su infancia o El Asco como una mirada hacia el oscuro abismo sobre el que se cierne, ahora y siempre, la humanidad. Esto nos da nuevas perspectivas e indicios de como se ha articulado todo el proceso y, quizás también, de la significación detrás del aparente caos cosmológico que imprime en todas sus obras en mayor o menor escala. La presentación de un autor pulcro, metódico, introvertido, cuyo uso de drogas llegó bastante tarde en cuanto a la época de su vida y portador de un misticismo lejano de fantasmagorías idealistas es justamente lo contrario de lo que el fan ‑aunque quizás más aun el crítico- podría esperar de él. La máscara que se enfunda, el personaje público, es una creación inspirada en su auténtica personalidad, como sus obras, pues no aparece de la nada; pues la máscara es siempre mímesis de una personalidad deformada.