tanto la alquimia como el amor consisten en la síntesis de la existencia
Toda aventura aparece en el acomodaticio seno de una gruta húmeda y oscura, que esta sea el útero materno, un huevo o incluso una fábrica es algo más incidental que determinante. Por ello incluso antes de seguir a la luz, de salir de nuestro primer hogar, ya hemos sido definidos en la base misma de nuestro ser; estamos configurados bajo una genética y los flujos biológicos de nuestra madre. Incluso los objetos son creados bajo la esencia de su progenitor; tras el reconocimiento de paternidad en su impresión de la esencia propia. Y por ello Stone Junction, la obra maestra de Jim Dodge, empieza cuando su protagonista aun está en el vientre materno.
Ya desde que está en el seno de su madre, la magnífica Annalee Faro Pearce, comienzan las aventuras de Daniel cuando su nacimiento será accidentado ante la negativa de su progenitora en darlo en adopción. A su nacimiento ambos tendrán que huir hacia la nada al no tener ningún lugar donde vivir hasta cuando como por casualidad acaban encontrándose con la AMO, la Asociación de Magos y Forajidos, que por alguna razón les protegerá. Así comienza el viaje de formación de Daniel donde irá cayendo en las garras de diferentes maestros que le irán enseñando las más variopintas estrategias de la existencia. Aprenderá meditación, el uso recreativo y ofensivo de las diferentes drogas, los placeres del sexo, como actuar con inteligencia en los juegos de azar, el arte del disfraz e incluso, en último término, como desaparecer; aprenderá los diferentes modos de explorar que es el yo, de construirse como una entidad pensante. Y por ello es erróneo decir que estamos ante una fastuosa y genial novela de formación, siquiera que sea un viaje iniciático, de principio a fin no se nos narra más que la existencia de Daniel y sus decisiones a través de los no-lugares de su existencia.