37. Diagnóstico: esquizofrenia paranoide
Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo
El mundo es una gigantescas ficción a través de la cual deambulamos más o menos conscientemente. Navegamos entre historias, creencias y memorias que son incompletas, algunas completamente ficticias, y aun con todo las tomamos como reales. Aceptamos creer tácitamente que los demás nos dicen la verdad, que no nos engañan, aun cuando no existe una razón explicativa para creer que efectivamente los demás no tienen motivos ocultos para engañarnos; la presunción de buena fe en la sociedad es un presupuesto básico para la existencia pacífica entre iguales. Esta presunción se hace desde la ignorancia, desde la pretensión de que el mundo no es un lugar terrible donde los vericuetos de Lo Oculto trazados por el incansable Robert Anton Wilson, no son más que pequeños cismas producidos por mentes débiles, cuando no directamente enfermas, que pretenden desestabilizar el frágil tejido de la confianza en las relaciones interpersonales.
¿Qué ocurriría si, efectivamente, esto fuera verdad? Por supuesto con esto no querría afirmar que existen fuerzas de más allá de la realidad (económica, política o humana) que controlan nuestro destino, pues esto no dejaría de ser un absurdo delirio de esa necesidad, tan humana por otra parte, de creer que su grandiosidad o penosidad está necesariamente mediada por el otro. Sin embargo si pueden existir personas que crean ficciones, entretejen complejas falsedades, a través de las cuales van mediando una serie de articulaciones que les son más propicias para sus propósitos inmediatos. Esto, que no deja de sonar como una conspiración terrible, no deja de ser algo tan común (y necesario) como la vida misma: cuando usted se inventa una razón ‑supondremos que, además, francamente estúpida- para no bajar a comprar el pan o no quedar con ese conocido pesado está, grosso modo, entretejiendo una pseudo-realidad para otros; todos somos en algún momento un espejo distorsionado de la realidad para un otro que se le articula como una verdad tangible. ¿Qué diferencia hay entre un autor de narrativa y un mero mentiroso? Que al menos el primero ratifica (de entrada y aparentemente) su derecho a mentir porque aceptamos tácitamente que nos va a mentir.