Místicas topografías de un presente oscuro. Lista (de listas) del 2013
Es imposible sintetizar el 2013. Ha sido un año terrible en lo político, mágico en lo cultural, revirtiendo así lo que ha venido ocurriendo hasta el momento en los últimos años: la cultura parece alimentarse de la tragedia en mayor medida que del bienestar. Quizás esté bien así. Quizás cuando más necesitemos arrogarnos en el poder de la cultura, del arte, sea cuando nos encontramos más próximos a la catástrofe; cuando el mundo se desmorona, ¿quién es aquel que no necesita asideros para aprehenderlo? Quizás por eso destaca en el año las producciones de tono político. Muchos de los artefactos culturales más importantes tienen evidentes referencias hacia la crisis, económica o social, política o ideológica, que estamos viviendo; así la ficción se alimenta de la realidad, como debe ser, como no puede ser de otro modo, para instituirse como un cierto momento de verdad. No nos engañemos: la única verdad conocida se esconde en su fabulación.
No nos pasemos de mesiánicos. Nos hemos reunido aquí con el propósito de celebrar el año, por lo cual no cabe tampoco especular antes de tiempo: la polifonía de voces e intenciones demuestra la singularidad particular de este año. Hay onerosas repeticiones —que tendrás, Nicolas Winding Refn, que nos enamoras— entre listas, pero cada una se centra en aspectos particulares de la cultura que hemos tenido durante el 2013; en parte, también es una promesa: la mayoría resaltan, si es que no resaltamos, ciertas inercias culturales que parecen cimentarse ya de forma definitiva este año que despedimos.
Tres años. Tres años consecutivos lleva existiendo esta lista, que se merece por derecho propio —disculpen el egotrip: acaba pronto— a ser parte inherente de aquello mismo que contiene; cada año más grande que el anterior, comienza a fugarse hacia sus propias intenciones. Intenciones que nos congratulan. Acabar con otra cosa que no sea felicitando a los que han intervenido, ya sea por primera o segunda o tercera vez, pero especialmente hacia quienes han faltado, muchos que querrían haber participado pero no han podido, y a quienes leen, ustedes, tú, sería saltarnos la tradición clásica de los prólogos innecesarios. Lo haremos. Nada nuevo hay bajo el sol, salvo nuestro espíritu de seguir cada día buscando nuevas joyas ocultas en el mundo: ahora, comprueben nuestros descubrimientos.