El campo de inmanencia de Tropic Thunder: la desterritorialización de la realidad
Tropic Thunder, de Ben Stiller
1. Realidad
¿Qué lleva a unirse a dos actores en decadencia, una super-estrella del rap y el ojito derecho de la academia de Hollywood en una adaptación del bestseller bélico de la temporada? Los más cínicos, seguramente aquellos que tienen espíritu de productor de cine, afirmarán que sólo podría ser por el dinero; el dinero mueve todos los deseos como sí, de hecho, éste fuera un flujo deseante en sí mismo y no una abstracción con el cual alcanzar los deseos. Esto, al menos en esta ocasión, es falaz. El actor Tugg Speedman, héroe de acción caído en desgracia después de hacer el papel de un subnormal demasiado subnormal, encontrará en la película la posibilidad de conseguir aquello que exactamente desea: un TiVO en el rodaje y el respeto de todos aquellos que le rodean. Por ello su papel en la película se sostendrá siempre como el intento infructuoso, siempre ofuscado, de brillar por encima de todos llevando la película adelante hasta las últimas consecuencias a pesar de que, en último término, sus capacidades actorales rivalizarían sólo con las de un tortuga tetrapléjica.
Lo interesante ocurrirá cuando el director, un Steve Coogan en estado de gracia, decida con el escritor del libro que están adaptando que lo mejor es coger a los cinco haraganes, inútiles incapaces de actuar con la más mínima credibilidad, y abandonarlos en mitad de la selva grabando todo el proceso de su intento de supervivencia. Ahí comenzará su surrealista aventura en la cual en ningún momento actuarán sino que todo será interpretado como lo que es: pura y dura realidad.