la pornografía tecnológica fue ayer
La concepción del héroe como un ser perfecto, o en búsqueda de su perfección, incapaz de errar y con una brújula moral a prueba de bombas es, probablemente, la mayor fantasía que nos haya dado la ficción nunca. Y es que Tony Stark no dudará en afirmarnos que es así mientras nos brinda con la décima copa del día en Ultimate Armor Wars.
Con un guión obra del siempre demasiado poco vanagloriado Warren Ellis este arco nos cuenta las peripecias de Stark para recuperar los prototipos de su armadura a lo largo del mundo entero. Entre medias se propondrá las metas de acostarse con una hermosa joven, pasarse más tiempo borracho que despierto, salvar su reputación y utilizar la violencia sin muestra alguna de escrúpulos a cualquiera que se oponga a sus deseos. Y, por supuesto, todo esto lo hace mientras graba un podcast. Si le sumamos que todo es un absurdo mixtape entre una Europa decinomónica y el continuo abuso de la tecnología de Stark utilizada de un modo ilegítimo, la policía de Inglaterra incluida, conseguimos un canto a la gloría de un anti-héroe de la testosterona. Todo esto para acabar en un final absurdo, tramposo, facilón y maravillosamente pulp que en cualquier otro medio haría arrancarse el alma a los críticos al grito de estafa.
La obsesión hi-tech, rozando la tecnofilia, de Tony Stark es justamente un reflejo de esa misma obsesión que tiene Warren «Rey de Internet» Ellis por todo lo que huela a que el futuro ya fue ayer. Y con esto último juega entre chascarrillos el final del cómic. La grandiosidad del hoy ya fue ayer y la familia Stark sabe manipular a los suyos, porque Tony ya fueron los demás. La tecnología y las personas son un reflejo de los fantasmas del ayer.