medianoche en el año 2525

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El ima­gi­nar el co­mo se­rá el fu­tu­ro es una cons­tan­te en el ser hu­mano, el ima­gi­nar­lo co­mo al­go ho­rri­ble y des­hu­ma­ni­za­do es otra cons­tan­te con­ti­nua. Aun así no de­ja de sor­pren­der co­mo el men­sa­je apo­ca­líp­ti­co de una can­ción del 69 sue­na in­clu­so más mo­derno hoy. Hablo de In The Year 2525 de Zager and Evans.

La can­ción nos va re­la­tan­do la de­ge­ne­ra­ción de la ra­za hu­ma­na, el co­mo po­co a po­co va ex­tin­guien­do su pro­pio cuer­po en fa­vor de las ma­qui­nas. Al fi­nal, con el mun­do ex­tin­to, Dios de­ci­de que nues­tra pre­sen­cia en el mun­do ya no es bien­ve­ni­da. Pero la con­tem­po­ra­nei­dad de la can­ción se de­be a la con­cep­ción de ese tra­sun­to de trans­hu­ma­nis­mo ne­ga­ti­vo y de la con­cep­ción de la ci­vi­li­za­ción des­pués del pro­pio apo­ca­lip­sis. Si es­tos con­cep­tos eran mar­cia­nos e im­pro­pios de la épo­ca es cu­rio­so co­mo, a su vez, ha­ce el via­je de vuel­ta con nues­tra épo­ca. Una can­ción de una le­tra tan ener­van­te, de un ca­riz prác­ti­ca­men­te mi­sán­tro­po, se­ría hoy en día im­po­si­ble en un gru­po mains­tream. Solo ca­be su­mar a to­do es­to el ma­ra­vi­llo­so co­lla­ge que hi­zo Ivan Zulueta pa­ra ilus­trar la can­ción en es­pa­ñol pa­ra pre­sen­ciar el te­rror del fu­tu­ro ya ex­tin­to que nos presentan. 

Pero la co­sa no aca­bo en la ge­nia­li­dad del di­rec­tor es­pa­ñol, ya que años des­pués se res­ca­ta­ría por gru­pos de ín­do­le más un­der­ground. Probablemente la me­jor y más en­clí­ti­ca vi­sión es la del gru­po es­lo­veno Laibach. Siguiendo su par­ti­cu­lar es­ti­lo con­vier­ten la can­ción en una suer­te de can­to iró­ni­ca­men­te im­pe­ria­lis­ta, con­tras­tan­do con los orí­ge­nes en el ve­rano del amor de la ori­gi­nal. Como si de una ope­ra ba­rro­ca se tra­ta­rá nos dan unos arre­glos or­ques­ta­les pre­cio­sis­tas que su­ma­dos a los con­tras­tes en­tre la pro­fun­da y os­cu­ra voz de Fras y los ar­mo­nio­sos co­ros de mu­je­res dan la sen­sa­ción de es­tar an­te La Voz del Pueblo, pre­di­cien­do al uní­sono el des­tino de la hu­ma­ni­dad. Las val­qui­rias can­tan­do a co­ro con el Guía del Pueblo el des­tino de la humanidad.

No im­por­ta con que ver­sión nos que­de­mos, el men­sa­je esen­cial si­gue sien­do el mis­mo: el hom­bre es­tá des­ti­na­do a fu­sio­nar­se con una tec­no­lo­gía que lo ali­nea. Pero mien­tras unos can­tan el te­rror de que es­to ocu­rra, los otros se va­na­glo­rian del des­tino que aco­me­ten. Probablemente Walter Benjamin se hu­bie­ra en­con­tra­do con­for­me con el men­sa­je que nos da es­tá can­ción, mien­tras mues­tra su te­rror por la me­dia­no­che en la his­to­ria que ya he­mos vi­vi­do y que, a su vez, aun nos que­da por vi­vir. Pero nun­ca es tar­de pa­ra bus­car el freno de emergencia.

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