El motor de lo sagrado es el mito deviniendo realidad
Después de salir de sí mismos
todos los que vienen,
¿Quién sabe cómo morir
para revivir mejor?
Gérard Manse
Holy Motors, de Leos Carax
Si actuar es una imitación de la realidad configurada a través de la memoria de los recuerdos (ajenos) de los cuales el actor se apropia, entonces podríamos considerar que todo actuar es una mímesis de lo real en la cual se deviene otra cosa: el buen actor no actúa, sino que vive radicalmente siendo otro al transformarse de forma absoluta e indefectible en ese otro. Aunque esto pueda parecer contraintuitivo en primera instancia, si es que no un dementado surfeo posmoderno sobre la ola del irracionalismo —lo cual es de hecho, porque desde nuestra perspectiva no es racional que una persona pueda devenir otra persona; es irracional, pero no por ello carente de verdad: no se ajusta a nuestro paradigma de racionalidad pero así sucede — , sólo nos es necesario pensar en como interactuamos con la ficción para comprobar hasta que punto es así. El actor se mete en la piel de un personaje que para nosotros es ficticio pero en su mundo, en el mundo posible donde es evocado como una realidad completa, es un ser humano de facto: el actor nunca deja de ser él mismo en nuestro mundo, pero se convierte en otro al sumergirse en los caóticos cauces de los mundos ajenos. El actor no actúa, viaja entre mundos poseyendo y haciéndose uno con la carne vivida de los personajes cuyas existencia vive como memoria.
La situación del actor es la más extrema a la que cualquier ser humano puede verse arrojado en lo que tiene de forma existenciaria, de réplica necesaria de aquello que debe hacer cualquier ser humano para poder tener una vida auténtica. Nos situamos en un existir que nos produce angustia y, en esa angustia, nos vemos arrojados hacia el conocimiento de una nueva existencia: negamos nuestra existencia para poder llegar a existir (como deseamos) en el mundo — el actor se sitúa en un existir que le produce angustia y, a través de ella, se ve arrojado hacia el conocimiento de una nueva existencia: niega su propia existencia para poder llegar a existir (como deseamos) en otro mundo. El actor es el hombre cuya existencia es arrojada en el mundo dos veces, porque primero es arrojada en su mundo para ser después arrojada en otro mundo posible —entendiendo por mundo posible un mundo que es real de facto como posibilidad, que tiene efectos reales para sí mismo, pero funciona como ficción en la relación con el nuestro.