Attack the Block!, de Joe Cornish.
Es dificil, sino imposible, pretender hablar de las bondades de cualquier acontecimiento ‑sea artístico o cultural, como es el caso, sea estricta y necesariamente social o de cualquier otra índole- sin abordar la problemática propia del contexto que le subyace. Esto por supuesto pasa por conocer sus precedentes, como se llegó hasta la situación o quienes son los involucrados pero también, y eso se suele obviar con tremenda facilidad en la mayoría de los discursos imperantes, el entorno psico-geográfico donde acontecieron tales eventos. Es por ello que seguir las aventuras de la pandilla de delincuentes juveniles, The Block, no tiene ningún sentido sino lo abordamos desde la estricta necesidad de comprender su entorno.
El grupo de pillastres protagonista, primero caracterizados como malévolos monstruos infantiles para ir caracterizándolos lentamente como héroes de su cotidianidad, tendrá que enfrentarse contra una oleada de ataques de monstruosos lobos-gorila del espacio exterior dispuestos a aniquilar a todo a su paso. Pero, aun en mayor medida, tendrán que confrontar la vida que llevan en unos suburbios de índole brutalista que han edificado su forma de ser; nosotros somos los demás, pero también nuestro entorno arquitectónico. Viviendo en una zona aislada del resto de la ciudad, como una suerte de monstruo de hormigón y cristal que acoge dentro de sí el terror de miles de personas, las urbanizaciones brutalistas se caracterizan por crear un entorno auto-suficiente que propia el aislacionismo con el resto de la ciudad. Que la delincuencia se vuelva fecunda en un terreno lleno de recovecos, asfalto sobre asfalto y una vacua sucesión de una nada casi existencial es algo tan previsible como inevitable, como lo es el hecho mismo de que los niños criados en tal ambiente necesitan madurar lo antes posible para salir del lugar. La urbanización moderna es una heterotopía monstruosa donde se aísla a las clases medias-bajas para que no tengan necesidad de salir jamás de su propio confinamiento; es la auto-perpetuación de la decadencia económica de Occidente a través de su planificación urbanística.