Batman 100, de Paul Pope
Una de las preguntas más difíciles de responder dentro de un ámbito político sin caer hacia los extremos, propiciado por la tensa dificultad de los malabarismos en los cuales se prodiga el punto medio, sería el como concebir una idea de la libertad que resultara como requisito de las necesidades sociales sin dejar agujeros de libertad que pudieran confundirse con el libertinaje puro ‑y con libertinaje no refiero en caso alguno a una concepción moral sino, más bien, a una concepción de libertad que resulte perjudicial a la sociedad per sé. Es por ello que las dos grandes controversias, que podríamos definirlos a través de una sola figura, la de Frank Miller, trasluciéndolo en sus dos aspectos ideológicos más radicales que ha ido sosteniendo en el tiempo: el iniciático libertario contracultural de Batman: El caballero oscuro y anteriores cómics y el actual objetivista con una pasión desmedida por la libertad individual de Batman: El regreso del caballero oscuro y posteriores. A partir de éste punto, y teniendo en cuenta que el caso que nos ocupa tiene a Miller por un referente radical, podríamos entender que Batman no es sólo un personaje de cómic, pues es tan bien un baremos de cuan libertario es el autor que en cada ocasión lo asume como propio.
En éste sentido el Batman de Paul Pope no esconde sus cartas porque, precisamente, sus cartas se expresan de una manera obvia pero constante: Batman es una leyenda, según el ciudadano común, pero también es un hombre que parece más rayano a la mortalidad de lo que nos ha sido presentado hasta el momento ‑aun cuando nunca se nos explica como vive desde hace cien años‑, según el privilegiado punto de vista del lector. La idea que desarrolla Pope pues no es la de un Batman libertario, un agente singular libertador de la humanidad, pero tampoco tiende hacia la visión egoísta y solitaria que propiciaría un randianismo radical absurdo propio del pajero medio con ansias de poder, su Batman es, primero y ante todo, un personaje de cómic, y sólo después un libertariano suave. A partir de este punto de vista podríamos entender el metodismo con el cual se toma que todo sea verosímil y creíble, real pero elegante, haciendo que cada escapada acabe en el personaje requiriendo primeros auxilios además de una profusión mínima de gadgets por el propio peso que estos implican; aun cuando el Batman de Pope está (muy) cargado de ideología esta no deja de ser un elemento subsidiario para la construcción del personaje en sí: Batman no es una personificación ideológica en las manos de Pope.