A día de hoy los terrores de la clase media de cualquier lugar del mundo apenas sí son un reflejo con ciertas peculiaridades culturales menores de los miedos comunes a toda familia de clase media inserta en el mundo globalizado. Ya que el mundo se ha ido haciendo cada vez más pequeño ‑hecho propiciado, en gran medida, por la interconexión perpetua que permite Internet- el terror ha ido escondiéndose cada vez más en las grandes sombras que planean sobre la cabeza de todos los hombres; donde antes había folklore ahora hay terrores primordiales. Así, a través del avance de la ciencia como una pesadilla que nos retrotrae cada vez más al terror sin salvoconductos culturales, el mundo va cristalizándose en sus sombras que se muestran como los depredadores que antes escondían (más y mejor) sus dientes. En un mundo donde toda información llega al instante el hechizo de la ignorancia, de no creer en lo oscuro del mundo, se desvanece como las gotas del rocío en verano. Esto lo podemos ver de forma muy evidente en el opening de American Horror Story, la última serie (hasta el momento) de Ryan Murphy.
La concatenación de imágenes que se va dando a lo largo del siniestro opening es una muestra, mínima pero efectiva, de todo lo siniestro que se manifiesta en una u otra conformación en la vida de toda familia (no tan) bien avenida. El hogar es el lugar donde toda familia establece sus raíces y, por tanto, es ahí donde se esconden sus mayores temores. El deambular errático por las casas, consciente de los secretos que esconde cada uno de los rincones particulares de la casa, es la siniestra deuda que nos deja el opening. Estanterías llenas de cachivaches inservibles, fotos añejas de parientes menores de edad ígnotas, o botes llenos de líquidos desconocidos son algunos de los objetos que nos retrotraen a la memoria las monstruosas disposiciones propias del mundo. Los recuerdos de todo cuanto ha acontecido en el pasado, de nuestros errores que se afianzan de forma flagrante en nuestro hogar, se perpetúan en forma de los fantasmas de la memoria escondidos en el desván.