La música os hará libres, de Ryuichi Sakamoto
La relación de Sakamoto-sensei con la música, no así con otras formas de arte, es errática y ligeramente problemática. Sin un amor sustancial primero por la música el verse arrojado hacia la composición fue más una cuestión de suerte, de una concatenación de casualidades, que de una auténtica pasión primera por la música. Su relación comenzó en el parvulario cuando, teniendo que componer una pieza a piano, hizo una canción sobre un conejo; le incomodó horrores. ¿Por qué una persona compone una canción? Al hacerlo se cristaliza una visión, una opinión o un sentimiento trayéndolo al mundo. A través de la música lo que antes era privado, exclusivo de ciertas formas particulares del Yo, se trastorna en una mímesis creacionista que origina una realidad patente de mi visión del mundo en los demás. A través de todo lenguaje, y eso incluye el lenguaje musical, el Yo se representa en el mundo.
¿Esto significa que no existe una Realidad patente, que no existe el mundo antes del Yo ‑no necesariamente un Yo en particular, si no que valdría cualquier Yo fuera cual fuere este-? No. La realidad existe como inmanencia, como realidad observacional, pero a través del lenguaje (natural o musical) mediamos a través de él y lo (re)construimos cargándolo de significado.